lunes, 26 de mayo de 2008

Rewind

Recordar. Ahora recuerdo Marruecos. Antes, me había acordado de la declaración de la renta, y del borrador ése de pantomima. Después de cagarme en Hacienda, y en esta extraña confabulación que el universo y la economía mundial preparan contra mí, mejor pienso en Marruecos. Su color rojo oscuro, como tierra batida de ‘Roland Garrós’ después de un buen chaparrón.
Menos mal que recordar es volver a vivir lo vivido, pero con los ojos del que ha vuelto. Lo hacemos en condiciones distintas a las que tuvimos cuando nos íbamos, sin algunas cosas que perdimos en el viaje, y otras que encontramos deshaciendo maletas. Alguna de mis acompañantes, se compró unos pantalones, a otra la timaron, y uno se cortó el pelo, en fin, estas cosas que pasan en los viajes. Hace unos días, una chispa, de las que saltan a veces en mi cabeza, ha hecho ‘clink’ y ha facilitado que recuerde olores, sabores y colores. Qué maravilla poder evocarlos. Hace más de un año. Tres viajeros y un destino (bueno ya... peliculera total)

Miro hacia atrás, como Luz Casal, y es que me vienen todos los recuerdos. A mí me gusta viajar, me encanta, pero he de reconocer que en el plano ‘preparativos’, me vuelvo un poco croqueta si tengo la época croqueta. Es decir, a mí me viene bien todo, si dispongo de días y posibilidades de viajar. No suelo quejarme, ni soy quisquillosa. El año pasado no es que tuviera la mejor época, tampoco era la peor, pero bueno. Estaba en el paro, básicamente, y un poco perdida como sin querer tampoco encontrarme. Huidiza dentro de mi sociabilidad, un 3 en la escala 5 de asobinamiento. Manu, me convenció para que fuéramos a Marruecos, y al final, porque somos muy chulas y nos acompañó Vincent, y nos sentíamos protegidas, estuvimos en Essaouira y Sidi Kaouki. Las mejores playas… y unos jipi deluxe que ni os cuento…

Esto lo tendré que contar con más tiempo… hoy es que estoy un poco modorra…

P.D. Manu lo contó muy bien..

sábado, 24 de mayo de 2008

Las respuestas

La naturaleza es sabia y sólo algunos hombres, entes supremos por encima de todas las cosas, tienes sus respuestas. A pocos se nos dan todos los datos que necesitamos para comprenderla, y el mundo, inevitablemente: sigue dando vueltas sin otro sentido que el de no pararse, para que no nos vayamos todos a freír espárragos.

El triunfo de lo absurdo es, tan sólo constancia de la realidad: evidencia de lo desmedido de la vida. La que nos supera, en ocasiones, y que en otras nos hace aprender, que para algo estaremos vivos.
Sirva esta reflexión para dejar la constancia de que sólo un hecho nos supera: el tiempo, que también corre sin pararse. Puesto que, sólo los segundos tienen la potestad de definir nuestros caminos, encender relojes y poner en marcha el temporizador de nuestra existencia, de darnos la ventaja de decirnos, que no nos preocupemos tanto, no saldremos vencedores en esta carrera, siempre ganará la vida, y sus consecuencias.

Embarazadas. Ahora ellas están por todas partes. Las observo y me asaltan las dudas. La ternura y la zozobra. Pasean a cuestas con los frutos de la naturaleza humana, como quien ha dejado de ser una misma para ser responsable de alguien más. Un contrato de por vida, que une y algún día se rompe. La paradoja es grande porque semánticamente están, además, liberadas, desceñidas, sin cintos que las aten, sin cinturones que las aprieten: encinta. Sin ajustes de cuentas, porque quizás un sueño es el que va a dividir su cuerpo, para que latan dos corazones: porque ahora el suyo vela por alguien más.

Su cuerpo se modelará como una escultura que crece, para albergar otro cuerpo. Y sus formas se irán redondeando para guarecer sin esquinas al que guarda en su vientre.

Todo saldrá bien, seguro, y la vida nos dará su respuesta.

P.D. Es para ti, ya lo sabes.

martes, 13 de mayo de 2008

El escritor de deseos

Cuando era un niño, solía encontrarse casi siempre en las nubes. Desde muy pequeño, le encantaba quedarse mirando a las musarañas y contarles cuentos a las musas para que nunca lo abandonaran. Los adultos se empeñaban en saber qué era lo que pasaba por su cabecita, no se fiaban de alguien tan menudo y poco hablador. Hubieran querido controlar sus pensamientos, enterarse de sus aventuras imaginarias. Él no molestaba a nadie, era un niño tranquilo: tan sólo se quedaba pensativo y muy callado. Además, procuraba no hacerlo con la boca abierta, o la mirada perdida, porque sabía que su silencio era motivo de preocupación para sus padres. Pero, realmente aquello era lo que le más apetecía: abandonarse, y soñar. No fue especialmente travieso, ni particularmente gandul. Su único delito, si podía considerarse como tal, era quedarse solo, y pensar, imaginar, inventar...
Poco a poco, empezó a idear aventuras fantásticas, batallas increíbles. A veces, él era el héroe, otras el villano. En ocasiones, se encontraba salvando a la princesa de su torre, y otras se conformaba con ser el caballo del malo, lento y bobalicón. Cuando aprendió a escribir en el colegio, descubrió el gozo de unir las letras, enlazar las palabras, y darle forma a sus historias. Un día le ocurrió algo extraordinario.
Tenía siete años, y era tan pequeño que aún no sabía demasiado bien mentir. Su madrina le había regalado un bloc que llevaba siempre con él, y lo acompañaba donde fuera que fuese, como un fiel escudero. Se convirtió en su mejor amigo, su confidente y compañero inseparable. Lo llenaba de historias, en él dibujaba sus sueños y escribía sus aventuras. Una tarde, después de hacer los deberes, algo le sorprendió. Recordaba perfectamente que no había podido acabar la última historia que estaba escribiendo. Trataba de un intrépido aviador, que surcaba los cielos en busca de un tesoro suspendido entre las nubes, pero su madre lo llamó para cenar, y no pudo terminar el cuento. Al volver a su cuarto para retomar la historia, alguien había continuado el relato. Leyó muy nervioso lo que estaba escrito en su cuaderno con una letra que no era la suya..
"El aviador John Dreamer siguió surcando los cielos, y continúo incansable buscando el tesoro escondido. No paró hasta que lo halló en la cima más alta de la montaña más alta, donde tuvo que luchar contra el monstruo más grande de los conocidos hasta entonces. Después de vencer en singular batalla, consiguió su premio: era un libro, pequeño y brillante. Se llamaba 'El escritor de deseos', y ahora que lo había encontrado, él era su único dueño. La leyenda decía que aquel que lo poseyera, tendría la oportunidad de convertir un deseo en realidad: ¿cuál sería el deseo del aviador?...
¿CUÁL ES EL TUYO?"
Carlos tiró sin querer el bloc al suelo, temblaba de emoción. Entonces cerró los ojos, y deseó con todas sus fuerzas llegar a ser escritor. Publicar alguno de sus relatos: que sus palabras pudieran hacer soñar a la gente, que sus frases quedaran suspendidas en los labios de un enamorado recordando a su amada, que sirvieran para reconciliar a una pareja de amigos enemistados, y que valieran para provocar una sonrisa cuando el alma llorara.
Al abrir los ojos, recogió su cuaderno: ¡estaba en blanco! todas sus historias habían desaparecido, se habían esfumado todos sus personajes. Sólo había una frase en la última hoja: 'Cualquier sueño que merece la pena ser soñado, es un sueño por el que merece la pena luchar'
Carlos se hizo mayor. Luchó por su sueño, y lo hizo realidad.