miércoles, 21 de octubre de 2009

Confesiones de una peatona

N. de la T. Como recordarán por episodios anteriores, nos hicimos el firme propósito de superar ciertas limitaciones en este curso que empezaba. Se trataba de vencer los pequeños obstáculos impuestos por la propia inutilidad de servidora; logrando así un requisito indispensable para enfrentarse –motorizadamente- a estos tiempos modernos y chungos que nos ha tocado vivir.

Con la que está cayendo, no me negarán que casi mejor tener el carnet del coche para poder escapar vía ‘carretera y manta’ a Brunete, San Chinarro o Pernambuco, según sea el caso y la circunstancia; que siempre llegaremos más rápido a nuestro destino que 'al trote cochinero' al que nos tenía acostumbrados la Querida Dehesa.

Guiada por esta enorme suspicacia y espíritu crítico, antes de iniciar los trámites de una matrícula cualquiera decidí formarme una idea de la situación general, e hice un riguroso estudio de mercado sopesando ofertas para esta descabellada demanda: sentarme en un automóvil sin que me temblaran hasta las pestañas.

En realidad el estudio fue muy riguroso, pero he de admitir que también fue muy breve. Me adentré ilusionada en una autoescuela de provincias y comprobé patidifusa con los ojos en blanco que el precio medio del carnet doblaba el precio de cualquier autoescuela en Madrid. Así que di las gracias educadamente a la señorita que me atendía tan atenta y, como ocurre en estos casos, prometí volver pasados unos días para dar una respuesta definitiva pero no lo hice: me salió infinitamente más rentable coger un autobús hacia la capital y probar suerte allí, emulando al intrépido Paco Martínez Soria, aunque sin ajustarme tanto la boina porque me hacía un poco de daño en las orejicas.

Ya en Madrid parecía que la suerte estaba de mi lado. Al salir del metro, varias personas muy agradables e insistentes me dieron papelillos de colores, mientras servidora les agradecía el detalle y los cogía todos. Después de leerlos detenidamente y descartar aquellos que consistían en ofertas de aparatos para la sordera o rebajas en muebles de oficina, uno de ellos llamó poderosamente mi atención:

AUTOESCUELA TADEO: CON NOSOTROS YA NADA ES IMPOSIBLE.
30€ MATRICULA + 10 CLASES PRÁCTICAS + 10 CLASES DE MANIOBRAS.
CURSOS INTENSIVOS DE 10 DÍAS. GRUPOS LIMITADOS.

Desde luego, como es la publicidad. Cualquiera dice que no a este reclamo, imaginen mi alegría y alboroto, tan grande era que no tardé ni diez minutos en llegar a la autoescuela. Allí otra señorita, superada en este caso concreto por el estrés de la gran ciudad y por la gran demanda de personas que habían acudido a la llamada del ahorro, me atendió entre bufidos y resoplos y me informó en minuto y medio de la oferta que anunciaba el papelillo de color amarillo.

No es que ella fuera demasiado convincente, ni que yo me enterara demasiado bien de las explicaciones que me brindaba -al tiempo que contestaba al teléfono y le gritaba a su compañera que le echara una mano- pero me aventuré, me lié la manta a la cabeza y me dispuse a apuntarme… hasta que se me ocurrió preguntar por el ‘Curso intensivo de 10 días para el teórico’.

Me miró como diciendo ‘¿Estás segura segura, o me vas a hacer perder el valioso tiempo del que no dispongo?’. Ante la ilusión contenida que mostraban mis desesperados ojos llorosos que le suplicaban ‘pero explícamelo despacito, por favor’, ella decidió hacerlo no sin antes observarme con cara de ‘como te suelte todo el rollo y después me digas que no te apuntas, vamos a tener más que palabras tú y yo’. Ain.

Enfrentó sus ojos a los míos y comenzó a hablarme en susurros ‘este curso es para personas que quieren sacarse el teórico en un tiempo récord’, empezó diciendo. Después, tomando mis manos, gesto que interpreté como que empezaba a sentirse un poco atraída por mi, continuó, ‘pero también es un curso intensivo para personas muy especiales’, ahí ya empecé a mosquearme mientras apartaba mis manos de las suyas, pero la tía no me soltaba y continuaba con un tonito un poquito sectario, ‘se trata de un grupo muy reducido de personas, un grupo de élite, de elegidos, que después de 10 días de clases con nosotros tienen asegurado el aprobado en el examen’.

Uy, esto sonaba ya raro. Al tiempo que servidora dejaba volar su desbordante imaginación y visualizaba ceremonias de iniciación en una secta para conductores noveles, con máscaras con una L blanca sobre fondo verde, ella me aseguraba que el éxito era de más del 80 por ciento. Vamos, que muy tonta tenía que ser para no aprobar. ‘¿Cuál es el truco?’, le pregunté intrigada. Dios, ¿tendría que desnudarme o confesar mis traumas infantiles, se enterarían mis compañeros de que no he tenido jamás una caries porque no sé a qué saben las chucherías? Los traumas de cada uno son los traumas de cada uno, oigan.

El truco, el quid, la respuesta correcta era simple y llana, y ella la verbalizó al tiempo que yo suspiré aliviadísima, dijo: ‘Estudiar, sólo vas a tener que estudiar como una perra, y decirme ya si sí o si no, porque mira toda la gente que está esperando y solo queda una plaza para el turno de mañana y dos para la tarde’. Uf.

Al final me he apuntado al grupo de elegidos en turno de mañana. De 9 a 14 horas. Cinco horas intensivas de explicaciones, definiciones y tests con menos de tres fallos porque si no me huelo que la profesora te coloca un cucurucho negro en la cabeza, o unas orejas de burro y te manda de rodillas a un rincón. Eso no lo sé seguro, pero se lo contaré pronto, si sobrevivo a la primera sesión del curso intensivo con el resto del grupo de conductores noveles de élite.

Mañana es el primer día. Deséenme suerte: alea jacta est.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Dónde quiera que estés, te espero Paco

N. de la T. Continuaremos donde dejamos la ‘trustory’ y finalizamos la entrega. Ya está bien. Después les entra el morbillo facilón y tenemos que seguir contando batallitas de borrachuzos que tampoco benefician a nadie en concreto.

Recuerden que cambiamos de bar pero mantuvimos nuestras expectativas. Al menos servidora se sentía como la reina de la noche, sin intenciones de querer ocupar ningún primer plano reservado a ese menester. Seguimos la conversación con estas dos personas que salieron de la pista, el Paco y el Davi, en el segundo garito. Nos acompañó parte de la pandillita basura farandulera y uno de ellos, que estaba ahí especialmente con la caña echada a ver si le caía algo y eso que se llevaba pal cuerpo, se unió a la charla a cuatro bandas.

La indescriptible conversación que mantuvimos aquel grupo fue de lo más inverosímil, valga la redundancia de la frase en sí misma. Hablamos de los Homo Sapiens; de la Crisis Mundial; del calentamiento del planeta; de los países exportadores de Petróleo; de las fronteras de la Unión Europea; de que la unión hace la fuerza y de los índices del paro, entre otras cosas. No sé, algo como muy poco de bar y de hablar a grito pelao a aquellas horas de la madrugada que eran las 4, que el cuerpo en vez de palabras lo que te pedía era otra cosa. Qué se yo. Salsa. Un movimiento sexy. Otra copa. Otro rollo.

Y hablando y hablando y hablando, pensé ‘qué pesadas son estas personas, cómo hablan todo el rato’, y le echaba una miradita al Paco, mira, cómo habla y habla y habla, y el Paco me devolvía la miradilla. Leve aproximación, ‘uy! perdona que me resbalo’ esas técnicas que todos nos sabemos cuando queremos arrimar la cebolleta. Parecía que surtían su efecto. El efecto, si no nos sale defectuoso por defecto.

Amiguita en un momento dado, y sin previo aviso, se las pira con Pescador cañita brava. Claro, ahí es cuando ya flipé un poco. El Davi le susurra algo al oído al Paco y el Paco me mira. Yo me hago un poco la tonta mirando así al techo silbando, hasta que pienso mentalmente sin verbalizar nada, ‘¿vais a estar mucho tiempo con los secretitos en la oreja son cosas de viejas?’ Entonces, como si mi reflexión interna hubiera traspasado mi mente, el Davi me da dos besos y se despide y el Paco le dice adiós colega, au revoire que dijo Voltaire, que este chico recordemos que era del mismo Paris.
Buena jugada, estos niños es que se las saben todas.

Y cuando parecía que el terreno estaba recién regado y abonado para la siembra de la semillita, reaparece Amiguita con Pescador cañita brava y entonces ya digo ‘pero qué broma es esta: aquí ya se va todo el mundo a su casa y cada una con quien quiera, coño’. No lo dije, claro, pero puse cara de pensarlo. Le hago un guiño a Amiguita, como diciendo ‘bueno, ¿qué?: ¿Pescas o enriqueces?’ y ella que me intuye mucho y muy rápido, dijo enseguida ‘vámonos todo el mundo que ya es hora’. De hecho, ya eran horas: las 5 y pico de la mañana. Madremíademivida, que hoy no pensaba salir ni a la puerta de mi casa.

En la puerta del garito nos costaba arrancar. Amiguita se pilla un taxi y el Paco me suelta un rollo de cagarse, tipo ‘no voy a tener más remedio que irme contigo porque le he dado las llaves al Davi, que tiene un despertar muy malo el parisino tolerante, que paso de llamarlo y que… ¿qué te parece?’. Ahí ya puse cara de ‘¿pero qué me estás contando Paco?’ con la salvedad de que esta vez sí pronuncié la pregunta en alto y después de hacerlo me quedé con cara de ‘ah, ¿he sido yo?’.

Miré al Paco y el Paco me miró. Tras su flequillo, que entonces no era una frondosa barrera entre ambos, me encontré con sus chispeantes ojos coloreaditos de rojo por las copichuelas. Entonces, el tiempo se detuvo y como en una película de Meg Ryan, empezó a soplar una brisa suave y mi pelo ondeaba un poco y comenzó a sonar una música preciosa. Eran como violines o eso me pareció escuchar a lo lejos. Dije de repente, suspirando, sin poderme contener, ‘qué bonito es conocerse’. Y el Paco añadió, ‘dame tu teléfono que te doy un toque un día’. Pensé yo, ‘cómo mola’.

Pero claro, en la vida real, de poco te sirven las frases bonitas y las buenas intenciones, mucho menos una brisa que ondea tu pelo levemente. Le mandé al Paco un mensaje el sábado después de aquel idílico jueves. Un ‘sms’ que no me comprometía a nada. Una señal por mi parte de que me encantó conocerlo y que me pareció un buen tipo. Sin más. Nada de te quiero te adoro te compro un loro cásate conmigo serás el padre de mis cinco churumbeles. ¿A ustedes les ha contestado? porque a servidora no.

Muy fuerte. El Paco, con la pintilla de moderno que tenía, con su amigo tan tolerante del mismito Paris, con su flequillo y su encanto. No me pegaba nada que fuera así. A mi no se me hace esto. Miren, conmigo no se está de cháchara toda una noche pelando la pava como el que no tiene mejores cosas que hacer, ‘nada, mira es que pasaba por aquí y estaba planeando jugar con tus sentimientos’. No hijo no. A mi no.

Todavía sigo dándome sin querer algún cabezazo en vez en cuando, cuando mis noches se tiñen de blanco y no tengo al Paco para que me hable de las subvenciones que recortará el Gobierno en esta legislatura. No sé si es un consuelo, o un alivio para mi espíritu aventurero. Puede que hasta me haya librado de un plasta. Más concretamente porque éste no me ha hecho ni caso, ya tiene bemoles.

Ay, Paco, vuelve. Regresa a mi. Pero vuelve mudito. Vuelve envuelto en silencio. Despójate de cualquier sujeto, adverbio, o pronombre. Yo te compensaré por los espacios en blanco y me encargaré de rellenarte los huequitos de tu mutismo. Los cubriré despacito con las caricias que te harán mis pestañas.
Donde quiera que estés, vente conmigo Paco: no te pongas tonto.
Ya verás como no hará falta que hablemos.
No vamos a necesitar ni una sola palabra. Palabrita...

The End.

domingo, 11 de octubre de 2009

Hasta el final

La noche en la que fuimos a ver a Coque Malla...

N. de la T. Váyanse ustedes de concierto directitos. Háganme caso... que para una vez que tengo la razón... De este modo eliminarán el estrés y muchiisimas toxinas; y al fin y al cabo, fomentarán la segregación de endorfinas: esas 'cositas buenas buenas' que te suben el ánimo, te entonan y te dan 'calorcito' cuando más fresquito estás por dentro... Ya, no se me pongan 'nerviositos': Al lío -'amoallá', que decimos por el suroeste peninsular al tiempo que nos 'arremangamos'
Pues nada, la noche que fuimos a ver a Coque Malla acabamos viendo a 'Los Otros', que por cierto se llamaban Los Coronas: Unos señores músicos que probablemente conocen 'aquí allá y en la China populá', pero que a mi -por mu de 'entendidadadelavida' que vaya.. no me sonaban de ná. Pero qué vamos a hacer, no se puede tener de tó... ¿no?
Ocurrió que hubo un fallo en la comunicación y un exceso de euforia, las cosas como son.
Al final nos plantamos en un concierto de unos tipos de los que jamás habíamos oído hablar. No sonaban mal esa es la verdad, sonaban muy bien - pero una vez que te has hecho a la idea de que vas a ver a Coque, choca un poco que de repente aparezcan cinco tipos de negro todos uniformados como Men in black en el escenario, con sombreros blancos de cowboy que tocan música instrumental con ritmos de ayer, hoy y siempre.
Pues nada que ver con lo que íbamos a ver. A ver: ¿un solista molón frente a una banda de las de toda la vida vestidos como cucarachas con sombrerico? Las comparaciones son odiosas, ya lo sé... pero no se parecían en nada, como un huevo a una castaña pilonga, vamos... Pero lo importante es ir al concierto ¿no?, porque a veces hay que ir a uno 'al boleo' para saber si te gusta la 'música', el 'son' que tocan... esas cosas.
Pero después (menos mal que ya nos enteramos bien otro día y contuvimos un poco la euforia)Dos días más tarde, efectivamente, sí tocaba Coque. Ahí que nos plantamos y en su concierto nos colamos, previo pago de la entrada para el acústico por el módico precio de doce euros.

Ay Coque Coque, tan pequeño (tan peludo, pero menos que Platero) tan tardón que estuvo casi una hora y media haciéndose de rogar el mamón, pero qué mono, qué salao, que entrega, qué majo. La sala llena, las manos y las cabezas preparadas para aplaudirle, para chocarse entre nosotros, para contonearnos y mecernos al ritmo de sus suaves canciones en solitario; que dan ganas hasta de quererlo un poco, tan chiquinino, tan salao, tan artistaco.

Sobre el escenario se creció al lado de Nico Nieto, que también era un artistazo - muy músico, muy alto y guapo y cool. Y todos allí disfrutando de lo lindo, mirando a los alrededores, observando las reacciones del público entregado y disfrutando de la música, que es lo que se intenta hacer en todos los conciertos.

La verdad es que tenía muchas ganas de verlo y no defraudó mis expectativas. Me gustaron las letras, sencillas y contundentes, las músicas que recuerdan a algo, pero que son de Coque, el grito que le sale de dentro cuando termina alguna de las canciones. Nos confesó que le gustaba mucho venir a tocar a Badajoz y entonces ahí ya todas las fanes babeando, encantadas de la vida y de ser de Badajoz y de estar ahí viéndolo a él, tan achuchable como una barriguita.

Como en todos los conciertos al principio se hace un poco difícil encontrar tu sitio. Sobre todo si no es una sala demasiado grande y todos quieren ponerse en primera fila; y si es su caso, como el mío, que por estas cosas de la herencia, la altura no es una de las cualidades que te ha obsequiado la naturaleza, o la genética. Pero lo vi de frente, lo observé durante todo el concierto y constaté una evidencia basada en hechos reales... Bueno, cuando me pongo tan repelente como el niño Vicente me da hasta miedito oigan...
El caso es que cualquier persona que se suba a un escenario, preferiblemente hombre, adquiere para servidora un halo de misterio y de atracción que no puede controlar. Se escapa de mi propio entendimiento, traspasa los límites de lo conocido - a exagerá no me gana nadie, que esto ya está sonando a expediente X... vaya tela con la niña.

Conciertos, hablábamos de conciertos. Para mi ir a uno es tan especial como comerte un brownie hecho por tu madre. Es como que se materializa un sueño, como que te dedican todas las canciones y tú estas en medio de un montón de gente, pero sientes que las canciones te las están cantando al oído. Así escrito suena un poco raro, lo sé, tendrían que estar en mis carnes para poder entender bien la sensación que les intento transmitir.
Pero, cómo molan los conciertos: tocar las palmas y soportar los empujones de la gente que va y viene del baño. Cómo me gusta la música en directo, saberme las canciones y quedarme ronca en los bises. O no saberme ni una y descubrirlas por primera vez. Y gritar, y dejarte llevar con Coque al fin del mundo...
Hasta el final esperen a que se cargue la página y suban el volumen, merece la pena, se lo digo yo que soy 'una prisiña' y me cuesta hasta quedarme parada mientras espero el autobús...

sábado, 10 de octubre de 2009

The Rovishowman

Dani Rovira: The Rovishowman
Asistir a un espectáculo como el que interpreta Dani Rovira en las casi dos horas en las que se enfrenta al público es impagable. El actor desgrana en un trepidante monólogo las cosas que le pasan, se pregunta también por qué coño le pasan a él y reflexiona acerca de lo humano y lo divino: la infancia, el amor, sus contradictorios progenitores y sus andanzas por la vida. La gracia es que habla como si fuera un amigo de toda la vida que, entre confidencias, susurros y gestitos, te hace partirte de risa al tiempo que le suplicarías que no parara de contarte más anécdotas.

Empatía, simpatía, generosidad y mucho, mucho arte. Altas dosis de auto conocimiento, quizás de acostumbramiento a uno mismo. Un sentido del humor inteligente y rápido, tan rápido que si no estás al tanto cuando su verborrea empieza a brotar no te acuerdas de dónde venía toda la historia. Es lo que presenciamos los espectadores que abarrotábamos la Sala Aftasí de Badajoz el pasado viernes 2 de octubre a partir de las 12. Era la segunda sesión y Dani ya había tenido su estreno, pero estaba el tío fresco como una lechuga.

D. Rovira habla, respira, habla, no respira y habla. Gesticula, cambia de voz, transforma su cuerpo con imposibles movimientos y te metes en otro personaje que tampoco para de hablar. No se cansa nunca su cabeza de desgranar sucesos cotidianos, pequeñas situaciones que sin poderse dominar dan paso a la risa natural y después a la carcajada. En este show no hay nada de risillas de bote, ni de sonrisas enlatadas. Hila frases con sentido y atina como el que apunta directo y seguro de alcanzar el objetivo: los aplausos que no pueden contenerse porque los que presenciamos esa fiesta, no podemos menos que agradecerle de algún modo lo que nos está haciendo pasar. Y es que el tío hace que te lo pases muy bien. Se te quita ese dolor de cabeza, se te olvida que no tienes saldo en el móvil y que probablemente mañana no podrás salir porque no te queda dinero en la cuenta. Con Dani se les olvida la crisis, con eso ya les he dicho todo.

Alma de payaso en una cabeza prodigiosa que improvisa sola. Confiesa que siempre sabe el monólogo con el que afrontará su actuación en una sala, pero desconoce qué tanto por ciento terminará improvisando. Pareciera que una y otra cosa, improvisación y ensayo, confluyan en una conversación que desearías que no acabara nunca. Pero Dani es humano, y necesita descansar, si no fuera por eso se habría quedado dando la nota hasta altas horas de la madrugada. Porque estuvo sembrado y no se les escapó ningún detalle.

Juega con el público y bromea con él porque es consciente de su propio encanto. En el escenario se crece y ante el micrófono su voz cambia de registro como si se pusiera una nueva careta. No deja de sorprender y de engatusar al respetable, a las chicas, a los chicos, pero los respeta riéndose con y de ellos, haciéndoles partícipes de semejante juerga. Engancha, atrae, motiva a comentar las jugadas, los chistes que no se te van a olvidar. Te dan ganas, una vez que ha terminado, de darle un gran abrazo y decirle: Gracias amigo, gracias a ti hoy he sido libre.

En eso insiste Dani al final cuando se despide: “Si reir te da más años de vida, yo os haré inmortales”.

Me hacen el favor por favor de meterse en su página oficial y después comentamos si no se han partido en dos y les apetece verle en directo. Estará pronto en Madrid (13/10/2009) así que estén vivos y al loro, pasen la bola y vayan sacando las entradas, que es en la Joy Eslava y eso se peta de gente. Quedan avisados.

viernes, 9 de octubre de 2009

¿Quién sabe dónde... está el Paco?

Quien esté libre de resaca: que se pase un Gelocatil

N. de la T. Cualquier hecho narrado a continuación es totalmente inventado e inverosímil. Les agradeceríamos que pasaran por alto cualquier coincidencia con la realidad puesto que habrá sido fruto de la más intempestiva de las casualidades. Asúmanla como un descuido de la que escribe y discúlpenmelo.
De este modo, los acontecimientos que leerán han sido remodelados así como los nombres y las características físicas y psicológicas de sus protagonistas; para preservar la intimidad personal e integridad moral que nos pertenecen a todos aunque en ocasiones se le olvide a La Belén Esteban adreítacómetelpollo.

Conocí al Paco en un bar en el que la gente, por regla general, está bastante receptiva a esto de las relaciones interpersonales. Un bar como los de toda la vida. Un sitio en el que la comunicación visual, imprescindible en todo acercamiento con fines ludicofestivos , da paso con suerte y varias copas a dos besos y una presentación. ‘Hola qué pasa, me llamo Genaro’, pues te la agarro con… Por supuesto que a este extremo de hipersociabilización ayuda el alcohol; que lo que es favorecer, favorece mogollón las relaciones y todo lo que se le ponga por delante.

Al Paco lo descubrí detrás de su frondoso flequillo en la entrada del garito al que entramos buscando unas cervezas. Allí se encontraba él, jipiando mayormente a las que salían y entraban, al lado de la puerta y de un chico con muy buena pinta, vestido con una chaqueta oscura y gafaspasta, que parecía por lo menos del término municipal de Las Rozas.

La pandilla que hizo acto de presencia en aquel lugar con beneficios para el propio ego era de lo más variopinta y poco discreta: cinéfilos superdotados, suecadores suecados, titiriteros y gentes de la farándula en general, los que a mi más me gustan. Con la estrategia que suele usarse when the night has come del ‘sindar’ –sin darnos cuenta- invadimos la barra entre risas y bromas; porque acabábamos de asistir a una velada maravillosa: vamos, que teníamos un subidón subidón de tres pares de narices en todo lo alto.

Queríamos darlo todo, nos invadía un halo de autocomplacencia que era así entre mutua y recíproca, una cosa muy absurda. Pensábamos ‘pero qué guays semos’, estas cosas que se piensan por la noche cuando vas animadillo. Nos encantábamos a nosotros mismos y podría decirse que estábamos sobrevolando a nado la cresta de la ola al tiempo que posábamos como la Obregón para las cámaras. De esas noches que dices: hoy es mi noche.

Si no se pone nadie malo y vomita; si logramos encontrar un sitio en el que continuar con el despiporre después de las tres de la mañana… Si no se cae nadie con todo el pedo en una zanja y se abre la cabeza. Sí, esas cosas que en Madrid y en cualquier ciudad de España, cada vez más y, aquí más, gracias a Gallardón y al Plan E, pasan a veces.

Entonces miro al Amigo del Paco –que entonces nadie sabía como se llamaban ni él ni su amigo, y pienso, ‘!Coño! qué mono. Tiene estilillo ése, el de la chaqueta oscura y las gafas de pasta’.

Al lado de él se encontraba el Paco, detrás de su flequillico, copa en mano, con visos de ser todo un moderno de pro, con los contras de todos los modernos. He de reconocer que también en su estilo pero menos atractivo visualmente, así en la corta distancia que nos separaba, que el amigo que parecía Roceño (¿?). Pero me dije, ‘pues también tiene su aquél el que está detrás del flequillo’.

Pues sí. Fugaz reojillo por mi parte y él que se encuentra de repente con mi inquieta mirada surcando el aire contaminado del populoso bar de moda. Al nanosegundo, chán, el Paco me estaba ofreciendo su mojito; Amigo estiloso hablaba con Amiguita, y todos estábamos tan encantados y parecíamos tan felices que aquello se parecía cada vez más a un anuncio del Audi A4. Muy grande y muy estiloso todo, como de ricos de toda la vida, nada de nuevos ricos que son muy ordinarios.

Entonces, sabedoras de nuestros encantos femeninos, que a poco que hayan bebido de eso se dan cuenta hasta los chicos más atontolinaos, Amiguita empezó a bromear y tontear con ellos como sólo ella sabe hacerlo. Entre inocente y punzante; divertida y estupenda. Mientras, ya al tema y cada una con el suyo –en esto Amiguita y yo no somos nada celosas y en función de la situación sabemos adaptarnos a las circunstancias con mucha prestancia- yo hablaba con el Paco y él me contaba un poco su vida; yo lo escuchaba y después ya le contaba un poco la mía.

Lo que viene siendo una conversación entre dos personas educadas en los valores de la empatía y el calor humano, pensé. Bendita ignorancia tan infravalorada injustamente con lo bien que se vive en la inopia y lo felices que son los tontos, con todos mis respetos hacia los tontos y su desconocimiento del medio.

Esto es importante así de primeras. Otra cosa muy distinta hubiera sido que solo hablara uno de los, que el Paco éste me contara su vida porque le encantara escucharse y que yo acabara aburridita como un piojo en la cabeza de Kojak. Pero no, me decía a mi misma, ‘¿es majete, no?, ¿parece que al menos se puede hablar con él?. Chachi.’ Sí, super chachi.

Pues nos cerraban el bar y el camarero insistía en decirnos que si no habíamos pillado a esas horas y a esas alturas, era ya un poco tarde y esos señores tendrían que ir cerrando y yéndose a sus respectivas casas; que a todo el mundo por muy ruin que sea le espera un felpudo contra el que frotar sus pies a la entrada del hogar.

Así que animados por los sabios consejos de las personas profesionales que se enfrentan cada noche a una barra poblada de despojos alcoholizados, aparecimos en otro lugar, cercano a éste y en la misma línea de garitos animados de las noches locas de los jueves de Madrid. Madredelamorhermoso.

Allí acabamos la pandilla farandulera y los dos agregados culturales: El Paco, que resultó ser un catalán flequillero renegador y El Davi, parisino tolerante y estiloso. Ambos con buen pelo, que esto hay que decirlo y reconocérselo. Los rigores de la edad no actúan del mismo modo en todos los organismos, las cabezas y mucho menos en los cueros cabelludos de hombres y mujeres.

En la próxima entrega, cambiamos de bar y seguro que habrá más cambios…
Intriga, intriga y dolor de barriga.


P.S. Gracias a los protagonistas de esta historia por inspirar estos hechos.

En esta instantánea nocturna, a medio camino entre posado robado y posado posado, podemos observar a Amiguita y a Amigo estiloso, en actitud de gustarse mucho a sí mismos. Luego es que pasó RainbonwBrite a lomos del Pequeño Pony y dejó todo el fondo perdido de purpurina...

jueves, 8 de octubre de 2009

Superar tus limitaciones es posible

Hazlo tú mismo.

N. de la T. ¿Ustedes también son de aquellos humanos que se reformulan viejos propósitos al empezar el nuevo curso?

Poniéndoles así ejemplos que se me ocurren de repente: ¿Aprender inglés; tocar la guitarra o las narices? ¿Apuntarse a un curso de informática para poco dotados – de la informática? ¿Entrenarse en el gimnasio y adelgazar esos impertinentes kilillos? ¿Dejar de fumarse aquellos pitillos?

¿O estrenan inquietudes como almas curiosas llevadas raudas por Wikipedia? Chiúuuuun.

¿Se aseguran bien de quitar el forro que envuelve sus miedos? ¿Intentan superarlos? ¿O dicen folclóricos internamente sin que se les note: ‘mieeedoooo, tengo mieeedoooo’? ¿Los superan los mieditos? ¿Se consideran personas responsables y capaces de alcanzar sus objetivos, sus anhelos: llamémoslos ‘X’s’?

(Ya está la pesada esta con las preguntitas: lo reconozco, también a mi me sacan de quicio estas mordaces autorreflexiones y me canso un poco de mi misma, pero con 30 años te acostumbras)

Pues para algo hemos vuelto, y si hemos vuelto ha sido para seguir formulando estas cuestiones indiscretas que fomentan el movimiento de sus neuronas, la sudoración de sus manos y, por supuesto, el chiqui chiqui de su cerebro.

Obvia decir que por nuestra parte la respuesta es cristalina y unánime: ni sí, ni no. Psssí. Lo mismo y como siempre: nos cuesta posicionarnos y no nos echamos a ningún lado. Nos mantenemos en un discreto segundo plano como la Reina Sofía, al tiempo que les ofrecemos el tratamiento exclusivo con el que cercenar antiguas cortapisas o renovados contratiempos. Limitaciones que tenemos porque no dejamos de ser personas humanas, algunas más humanas que otras.

Les propondremos El Manual de las Maneras de hacerse cargo de uno mismo y de sus circunstancias para acabar conquistando pequeñas metas o grandes retos. Todo es posible si ustedes quieren y ya pueden querer queridos. Créanmelo. Querer es creer y creer es poder. Uf. No les digo ná y se lo digo tó.

Las limitaciones terminan cuando apremia la necesidad: justo en el momento en que perdemos la paciencia.
Ciertas personas conviven con sus limitaciones. Se acostumbran a ellas como si se tratara de apósitos con los que hemos nacido. Imagínense que nacen con tres tetas. Pues, con eso tienen que vivir, con todas ellas. Forman parte de ustedes las tres tetas. Así es la vida.

Las asumen de la misma manera que algunos sabemos que nunca tendremos los ojos azules o seremos pelirrojos; que no podremos pasar más de tres horas seguidas subidos a unos tacones esgrimiendo algún ápice de dignidad; y que por mucho que nos esforcemos en minimizar nuestra propia inutilidad jamás de los jamases conseguiremos ser hackers - si acaso nos descargaremos canciones sueltas en el emule y veremos alguna serie de moda.

Eso es así y hay leyes irrefutables del Mundo y de la Naturaleza Humana que confirman estas afirmaciones que les hago con expresiones tan vehementes. Es que hoy nos hemos amanecido vehementes.

¿En qué manos, sino en las nuestras, está la llave para aprender aquello que está velado a nuestra astucia? ¿Alguno se sabe el código secreto? Pues en la pregunta se encuentra la respuesta queriditos saltamontes: La llave está en nosotros mismos. Esto cada vez se parece más a Coelho y nos estamos como yendo de nuestra propia personalidad. Fuera filósofos peseteros. A la mierda.

Pasémonos a la metáfora del atleta, que es bastante más descriptiva: El impulso. El salto. El Jaaaarl; no puedorl; que me tiro mapachito y no hay quien me pare.
Ya que, si otros son los que nos impulsan podemos acabar con las narices estrelladas en el asfalto, dando un espectáculo muy grotesco que no beneficia a ningún espectador con afanes mismamente estéticos.

Pero imaginen que, por casualidad, no son otros son los que nos elevan para dar el gran salto y nos subimos a un trampolín, pues puede que nos caigamos porque nos hemos pasado de altura con el impulsaco, o porque el saltito con el que subimos ha sido tan pequeño que no llegamos a ningún sitio y podemos tropezar y resbalar y caer, en menor medida, con las narices estrelladas en el asfalto.

Así que: salten ustedes solitos y tomen su propio impulso. Déjense de ayuditas que ya tenemos todos pelillos donde tienen que estar a estas edades los pelillos. En sus sitios concretos. A ver si nos dejamos de milongas y menos pucheritos. Se lo digo por su bien.

Ejercicios para la próxima sesión de esta Terapia:
1. Hagan una lista con varias, todas, o alguna de sus limitaciones.
2. Céntrense en cuáles de ellas son superables, cuáles probablemente superables y cuáles de ellas del todo imposibles de superar. Tachen estas últimas.
3. Trabajen con 3 de ellas. Las altamente superables. Asúmanlas y piensen en los aspectos positivos que derivarían de la superación de las mismas. Visualicen finalmente el momento de la superación.
*Repitan conmigo: Vamos a superarlo. Lo haremos y después nos alegraremos y seremos mejores personas. Eso es. Repitan varias veces. Tampoco se cansen. Noten como la luz entra en sus mentes. Prescindan de impulsos externos y acomódense en sus propios muelles internos. El saltito está llegando, perciben lentamente ese impulso. Chás.
En la próxima sesión seguiremos dando pautas.


P.D. Tengo 30 años y medio. No tengo carné de conducir. Vamos, me da miedo montar hasta en las bicicletas grandes, a las que no llego a pedalear. Y ya va siendo hora hija mía con la edad que tienes, me dice Madre de servidora, que es un carné de nada que ya te has sacado una carrera. Por mis narices que me lo saco. La Unión hace la Fuerza. Ay. No me abandonen.

martes, 6 de octubre de 2009

Ya estamos aquí

N. de la T. Vuelven los días a acortarse. Vuelve a soplar este viento frío. Vuelve, por fin, la temporada de otoño con algunas novedades y pocas caras desconocidas. Vuelven los protagonistas de historias de tercera regional y los secundarios de lujo.

Vuelve, sin querer, la melancolía del calor y del sol que quemaba. Porque vuelve el frío señores. Septiembre acabó y ya se apagó lo que nos quedaba de verano. Bueno, más o menos. Y cómo nos alegraba la vista el bronceado en nuestros cuerpos morenos ardientes al calor. Ain. Qué pena y qué tristeza más feliz. Porque ahora estaremos más blanquitos, pero volvemos.

Volvemos a cambiarnos las ropas. A vaciar de nuevo los armarios que nos libraron del frío, cómplices silentes de las ropas de abrigo; que se llenarán ahora con vestiditos que casi no tapaban, que solo insinuaban para quitarnos el sofoco y las vergüenzas.
Lo peor del dichoso trasvase de vestuarios es aquello que, inevitablemente, se quedará por los cajones, olvidado. Ésa camisa rara. Lo que nunca nos pusimos, lo que ocupó un espacio sin más porque no encontramos ni el sitio ni la ocasión en que ponérnoslo.

La nueva temporada, de momento, nos trae muchas sorpresas.

Al menos, reconocemos que les debemos una explicación. Vale varias. Ya, ya, ya.
Las respuestas a sus porqués: ¿por qué tanto tiempo, por qué hicimos esta huida hacia el silencio, dónde nos llevaron nuestros pasos, qué encontramos en el camino, por qué nos fuimos?. ¿Por qué volvimos?.

No me mareen, el caso es que ya estamos de nuevo aquí. Aprovechamos para saludar a los parroquianos que están desde el principio, en especial a mi Santa Madre; a los que todavía no se hayan ido, a los que –ya tienen mi admiración por adelantado, hayan aparecido en esta Terapia sin querer, o queriendo. Holita a toditos que diría Flanders.

A los que no están, que se vengan, corran la voz y pasen la bola que se abre ‘el chiriguito’. Al resto, acomódense que empieza la función. Luces, cámara y… Acción.

“A veces las preguntan embarazosas solo atienden a respuestas incisivas y cuando, por iniciativa ajena, las excusas acaban siendo un remedio contra la curiosidad, es mejor dar todos los detalles y asumir alguna de las consecuencias.

Me fui porque necesitaba respirar, sentir el aire caliente entrar en mis pulmones, estirarme como si fuera de plástico, olvidarme de los pasos que había dado y empezar a ser consciente de los que tendría que andar. Y rodar y rodar, rodar y rodar.

Me fui sin darme cuenta, sin saber que el tiempo se aliaría conmigo y el silencio se convertiría en mi sombra. Me fui para volver, renovada y valiente, para aprender a afrontar las dudas que siguen sacudiendo mis sueños.
Me fui para echarte en falta, para saber que me hice grande y que quizás haya aprendido a perder. A jugar hasta el final. Por jugar al escondite para irme lejos. Al final no me acordaba de por qué me fui, ni de por qué quise volver.
Volví porque necesitaba tener las ganas para volver. Volví para poder reconocer esa persona que a través del espejo me miraba a los ojos.

Por eso me escapé a otros lugares, descubrí otros mundos. Me sorprendieron paisajes que jamás pude imaginar. Conocí a otras gentes, habité en otras tierras, descubrí gestos que ya conocía en las caras de habitantes de otras ciudades. Y no me cansé de seguir observando. Continúe mi viaje guiando a mis pies por sitios en los que hubiera querido perderme. Perdida me cansé, bebí agua hasta saciarme. Respiré hondo. Sacudí lejos de mi lado la duda. Por fín dejé a la felicidad entrar suavemente por los poros de mi piel. Cerré los ojos y sentí, por vez primera, la fuerza que tenía dentro.
La descubrí, por eso vuelvo. Ya estamos aquí”.

P.D. Les dejamos con el minuto musical. Prometemos fotos, vídeos y más cosas. Ahora, pinchen y quédense con esta canción: “De momento abril”. La canta La Bien Querida. Mola.