Léase enfurruñado, pero contento.
O lo que es lo mismo: ¿conocen esa copla de 'cómo me jode la vuelta al cole'?
Pues, eso.
Miren, a mí, en aquellos días, me encantaba el olor del forro protector de los libros que aumentarían las dudas sobre el mundo y sus motivos; disfrutaba con la inercia especial de aquel instante en el que envolver conocimientos como caramelos, una práctica que poseía todos los ingredientes para pasarlo bien.
Forrar los libros. Un ritual cuidadosamente manual y renovado año tras año, en la época mágica que los septiembres seguían formando parte de un verano inacabado. Perenne. Inagotable. Porque entonces, aunque no lo supiéramos entonces, y tan sólo lo intuyamos ahora, siempre era verano.
Regresan los recuerdos y las ganas de estrenar lápices de colores; pintar y colorear todo lo que nos saliera al paso, sin temor a equivocarnos, a ensuciarnos o descubrir nuevos tonos; sombrear, perfilar, y poder borrar cuando nos apeteciera.
De este modo, repaso mentalmente la perfección con la que pretendían unirse las esquinas del envoltorio plastificado, que se adaptaba como una segunda piel a las tapas que cubrían las páginas, para subrayarlas más tarde; o que se dibujarían y colorearían, primero con flores o muñecos enormes. Garabatos incomprensibles, que terminarían transformándose, escondidos en esquinas recónditas, en esos corazones encantados, con nombres que ya no se repetirían el curso siguiente, y que desaparecerían dejando una estela de suspiros, convertidos en otros, para volver a llenar nuevas páginas de nuestra historia.
Después de este flash, sigo. La depresión post vacaciones, existe. Créanme, queridos. Mucho rollo de recuerdos, pero la tengo en todo lo alto, y esta vez es adulta, los síntomas coinciden, y resulta perceptiblemente desagradable a todos los efectos. Una birria, vaya. De mírenme y no me tosan. Tanto que me hace mirar mal al prójimo, desconocidos incluidos, con eso ya les he dicho todo. Con lo que es una de pizpireta y salada.
Les confieso que, si ustedes tienen la ventaja de haber dado esquinazo al puñetero síndrome de la hamaca que ya no se tiene, me congratulo deportivamente. Si ya lo superaron, reciban mis sinceras y afectuosas felicitaciones. Será porque yo he recién llegado y no me hago cargo. Ya que, mientras ustedes han hecho los deberes, han regresado, y se les ha pasado el sofocón, a la que redacta le persigue un reguero de lagrimones silenciosos, que salen invariablemente de los ojos y se preguntan por qué. Qué esta pasando, está pasando. Qué he hecho mal.
Nada, que sólo se acaba el verano, no el mundo, que a veces nos ponemos muy quisquillosos. Pues esa debe ser la actitud.
Que, ¿qué me pasa?, dirán. La joía vuelta, digo yo, que este curso creo que cambiamos de colegio a la niña ...
Keep on writting …
Y esta canción que sigue, aclaro desde ya que la escribo porque me apetece. Así es. Hacemos un dos por uno de lo más animado. Que aunque una esté aquí menos que un estreñido en un cuarto de baño, este sigue siendo mi blog. Las cosas como son, otra cosa ya es cómo se las cuente. En fín, siento la autocomparación con los estreñidos, y desde aquí envío un saludo cordial a los que pudieran sentirse aludidos. Esta canción es para ellos, y para todos. Tiene efectos beneficiosos, y si pinchan, hasta pueden ver el vídeo. Cómo es Xoel.
Espero que les guste. Sólo podía llamarse Rostro de actriz, claro.
Hay una trampa en cada cosa que dices
y mariposas que no nos dejan ver más allá.
Hay una puerta en tu rostro de actriz,
se desdice el profeta para poder entrar,
cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
En la calle hablan los ingenuos
y sé que otros callan por no decir la verdad.
A veces cuando parece sencillo, te sientes tan cerca
que el miedo no te deja entrar.
Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
Hay una trampa en tu rostro de actriz,
se desdice el profeta para poder entrar.
Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Ains, Deluxe.
Keep on writting …
Y esta canción que sigue, aclaro desde ya que la escribo porque me apetece. Así es. Hacemos un dos por uno de lo más animado. Que aunque una esté aquí menos que un estreñido en un cuarto de baño, este sigue siendo mi blog. Las cosas como son, otra cosa ya es cómo se las cuente. En fín, siento la autocomparación con los estreñidos, y desde aquí envío un saludo cordial a los que pudieran sentirse aludidos. Esta canción es para ellos, y para todos. Tiene efectos beneficiosos, y si pinchan, hasta pueden ver el vídeo. Cómo es Xoel.
Espero que les guste. Sólo podía llamarse Rostro de actriz, claro.
Hay una trampa en cada cosa que dices
y mariposas que no nos dejan ver más allá.
Hay una puerta en tu rostro de actriz,
se desdice el profeta para poder entrar,
cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
En la calle hablan los ingenuos
y sé que otros callan por no decir la verdad.
A veces cuando parece sencillo, te sientes tan cerca
que el miedo no te deja entrar.
Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
Hay una trampa en tu rostro de actriz,
se desdice el profeta para poder entrar.
Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Querremos volver a puerto una vez en alta mar.
Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal.
Ains, Deluxe.