martes, 31 de marzo de 2020

Me borro del Tinder

*Décimo séptimo día de confinamiento: casi que mejo no vengo.

Hoy no me puedo levantar, como canta Mecano pero en más mustia. Ya sabéis, menos encendía y más apagá. A mi el fin de semana no me dejó fatal, porque he hecho un mojón. Eso sí, he tenido dos días de descanso de la Terapia. Me habréis echado de menos, queridas. Espero, yo a vosotras muchísimo. Bueno, después del momentito peloteo tan necesario para mantener viva la llama en esta mi legión de seguidoras, vamos al lío. Segundo día modorro consecutivo. Mañana tiene que salir el sol, chipirón, por dónde sea, por la gloria bendita. Un ratino, un rayito, whatever.

Me pongo de pie, me vuelvo a acostar, así estamos. Se enciende la pantalla del móvil. Mensaje de Lolita, la tía Lola (transcribo literal) 'Lo que más me gusta de este encierro e que me como todos los días dos ajos con las tostadas como cusnfi er chica y nadie me huele' Corazón lila. Corazón lila. Corazón lila. Me descojono, como es natural. Con la tontería me levanto sonriendo, lo que le da un plus de positivismo a este día tan, tan, tan mierdaseca. Voy a quedarme otro poquito más en la cama, coño, solo por eso.

Entonces es martes. Me coloco las manos en la nuca y me estiro aún más en la cama. Creo que es el tercer martes en cuarentena. Se nota. Ahí fuera chispea un poco. No me siento nada chisposa. Me siento más bien nubecilla evaporada tornando a negro nubarrón. La metáfora no puede ser más gráfica. Mira, habré amanecido un poco gris, pero algo inspirada. Todo hay que decirlo. Algo es algo.

Paso de la gimnasia. Cada día me veo un poco más como la exenta de la clase. Eso sí, a mucha honra. Así que pienso, Chao Chés. Ya no llego, espero que después madre me haga un resumen. Además, últimamente todo el mundo está haciendo gimnasia con Césc. Se está convirtiendo en fenómeno de masas. Al principio nos reíamos, eh, pero entonces lo habéis visto al muchacho y os habéis apuntado todas en tropel. Os conoceré.

Yo sigo a lo mío. Me recreo en el sonido que llega del patio. Silencio casi absoluto. Remoloneo. Me estiranco. Me doy la vuelta. Me la doy pal otro lao. El croquetismo como forma de desperezarse. Se enciende otra vez la pantalla del móvil. Un mensaje. La Pili. Miedo me da. Parece que es bastante concisa esta vez, verás: 'Buenos días amor, te llamo en un rato. SUPERNOTICIÓN' Le contesto, 'OK amigui. besi' y vuelvo a la realidad.

No, si al final voy a tener que levantarme. Me quedo con la mosca detrás de la oreja. Salgo a mi despacho nublado a tomarme el café e intento hacer alguna conjetura. Nada, no sé qué habrá pasado. Conociendo a la Pili cualquier cosa. Me termino el café y me meto en casa. Hoy toca ordenar estanterías y papeles. El nivel de encabronamiento va aumentando mientras quito el polvo, destruyo hojas y aireo apuntes. La de documentos clasificados que me están saliendo por aquí. Eso no lo sabe nadie. Ni expediente X.

No llevo ni media hora resoplando entre fotocopias, papeles y carpetas, cuando me suena el teléfono. Ahí está ella, con todo su ímpetu, mi amiga Pilar: la Pili.

- 'Ay, amiga, lo que me ha pasaooooo...' me dice con ese tonillo de misterio que le encanta poner a ella cuando muta en modo tragicomedia griega.

- 'Pili no me asustes, ¿qué ha pasado? a ver ¿que te inquieta? ¿qué te perturba, qué te atosiga?' me pongo yo también tipo oráculo. No sé por qué, pero me veo venir el percal. Algún maromo hay de por medio. Al tiempo.

- 'Pareces Esperanza Gracia, gordi, te ha faltado lo del "mi queridísimo piscis"', ella está a todas, claro, dentro de su empanamiento.

- 'Chacha, desembucha que me tienes en ascuas y estoy en la habitación tragando polvo, harfavó!', en realidad estoy respirando partículas de polvo con solera, me digo, los apuntes que tengo entre manos no los veía desde COU. A reciclar.

- 'No te asustes, amiga, es bueno. He sentido la LLAMADA' la imagino arqueando las cejas intrigante, saboreando cada palabra, al tiempo que va actualizándome los datos.

- '¿La llamada? ¿Qué llamada? ¿Quién te ha llamado, Pili? ¿La llamada del Señor? ¿Algún ex? ¿El Jordi? No  jodas ¿Orange?' nada, no me saca de esta incertidumbre la muy bicha.

- 'La llamada de mi conciencia, amiga'. Dramatismo máximo. Suspiro profundo. Lo suelta. 'Me borro del Tinder'.

- '¿Pero por qué? ¿Ha pasado algo?, ay madre mía me temo lo peor.

- 'He conocido a alguien', ahí lo llevas, mapachita, ojiplática me quedo.

- ¿Alguien? Pero ¿Cómo lo has conocido?, hablo con Pili a diario, no sé si estoy más sorprendida o cabreada por esta noticia así a bocajarro en plena pandemia.

- 'Pues por Tinder, tía', me responde con un bufido lleno de una absoluta naturalidad.

- 'Ay, Pilar, no me lies, ¿no te habías borrado?', no me entero de nada, los ácaros están afectando a mi retentiva, y la Pili tampoco ayuda mucho.

- 'Te lo cuento todo luego por la noche, por videollamada, es que he quedado con él ahora por Zoom', y me deja así, la tía, a la cuarta pregunta, lo flipo.

- 'Ay Pili, la madre que te parió, luego hablamos, estás arreglá'.

(Continuará)

Mientras tanto, sigo ordenando pero estoy un poco hasta el toto ya. Así que doy por acabada la colocación de las carpetas y la nueva distribución, que me acabo de sacar de la manga, de las cosas. El proceso ha sido un tanto instintivo: esto pallá, esto aquí, eso pacá, y así. Así me habrá quedado vamos. Cada uno se entiende con su orden. Yo a veces no me entiendo ni conmigo misma. Bueno, la mayoría de los días.

Con lo que voy a entenderme estupendamente es con unas torrijas que voy a preparar, aun a riesgo de terminar esta cuarentena como una bola. Aunque me estoy acordando de que me falta un ingrediente bastante esencial, la canela en rama. Dejaremos la receta y las novedades de la Pili para mañana. La banda sonora de este día nublado la pone El Kanka con Camilo Echeverry y la canción se llama 'Canela en rama', como no podía ser de otra forma. Todo viene a colación. Ya que no me queda en la despensa, os la pongo en forma de canción. Espero que os guste, chavalada.
Seguiremos informando y ampliando detalles. Cuídense muchísimo.

sábado, 28 de marzo de 2020

¿En serio, Richard?

*Décimo cuarto día de confinamiento: hastalcoñoya

(La historia que leerán a continuación no está basada, necesariamente, en hechos reales. Aunque la hayan inspirado personas humanas, cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia, o fruto de un descuido por parte de la que escribe)

Hoy amanecí con la oreja a la plancha, en plan Niki Lauda. Es que anoche me dieron las tantas hablando por el fijo con la 'mi Marifé'. El temón lo requería, lady Drama al rescate. A amiga Marifé la ha dejado su novio,  ‘en cuarentena, tía. No puede serse más sabandija, no puede esperarse un poquito, ahora que tiene su espacio para recapacitar, y ya veremos si eso. Pues no hay vuelta atrás, mi futuro no es contigo, me dice, pero quién se cree que es, ¿en serio, Richard?’ Ay. Qué drama. Qué drama. Un dramón estratosférico. Un inconmensurable bajón. Esto es de Código Rojo por lo menos. Houston we have a Big Brownie.  

A ver, ‘novios novios’, tampoco eran. Se estaban conociendo… como mucho ‘amigovios’ o ‘amiguinos’. Pero claro, yo la comprendo mucho a mi amiga: va y te pilla una pandemia pa una puta vez que ligas, pues se te corta tol rollo. Natural. ‘Ay miga, ¿pues no va y me dice que me nota distante? Que el confinamiento me está haciendo más… introspectiva, algo ¿¡contrita!? y meditabunda… unas palabras, no sé cari, tan poco de Richard. Antes no hablaba así, no sé qué pensar’ Yo por lo que pueda pasar, me callo como una perra y no se lo digo a mi amigui, pero se nota que al Richard le ha dado por leer esta cuarentena. Eso, o se ha descargado la APP de la R.A.E. de antónimos y sinónimos, y se está haciendo el chulo que te cagas.

Pero esta noche me toca escuchar, así que escucho. Marifé no da crédito, el Richard la ha dejado por videollamada.

(Unas horas antes tiene lugar esta delicada ‘video-conversación’)

- ‘Fefi, no me rehuyas, tenemos que hablar’ el Richard tiene un gesto serio.

- ‘Cómo que tenemos que hablar Richard ¡si te estoy llamando yo! Amiga empieza a flipar…

- ‘Quiero decir que… tengo que decirte una cosa’ dice Richard mientras juega torpemente con sus dedos, en busca de la salida.

- ‘Déja de toquetearte las manos, te las lavas luego, eh ¿Qué te has hecho en el pelo?’ a Amiga no se le escapa un detalle.

- ‘Na, un tutorial que he visto para hacerse tupés’ responde el susodicho, al tiempo que añade ‘Marifé, tengo que decirte que esto no puede seguir así. No aguanto más’

- ‘Menuda novedad, así estamos todos, cariño. Yo tampoco aguanto más y aquí me ves, como una campeona. Al pie del cañón, adaptándome al aislamiento social, trabajando desde casa, llevando una relación virtual y surreal'

- ‘Vale, pero yo me refería a que te dejo. No hay vuelta atrás. Mi futuro no es contigo’ ahí lo deja.

- ‘¿Cómo que me dejas? ¿Dejar, de dejar? ¿Por videollamada? ¿En serio Richard?’

- ‘Tranquila, de momento no me voy. Pero lo de dejarte va en serio. A mi esto no me compensa’

- ‘¿No te compensa?’ Amiga se cree que por repetir las palabras de su todavía novio, éstas van a tener menos efecto. Pero a veces, evitar lo inevitable hace que se precipite.

- ‘Necesito vivir aventuras, tener nuevas experiencias, conocer a gente nueva, salir de este ambiente que me asfixia’ ahí te has coronao, Richard rey.

- ‘Muy bonito todo eso, Ricardo. Me encanta ¿lo quieres así confinado, o saltándote la cuarentena? porque mira que te denuncio’

- ¿En serio, Marifé?

(Fundido a negro. Casi que lo mejor que podía haber pasado llegados a este punto. La batería del ordenador de Marifé peta en ese preciso momento)

‘¡Entonces, en teoría, no me ha dejado, tía!’ Hombreeeeeee, no sé yo. Intuyo que ha habido un antes y un después en esta relación, pero tampoco quiero aventurarme. Sigo consolando a mi amiga. Le digo ‘total, ahora tampoco es que lo vieras mucho, Mari. ¿Quién sabe? después de todo esto, quizás volváis a hablar, o retomáis el contacto’ Ella está desconsolada, no quiere saber nada de él ‘no es el mensaje, son las maneras amiga, eso es lo que más me ha dolido’ La entiendo, pero también pienso que sin poder verla de otro modo, el Richard ha escogido la opción menos dolorosa, en teoría: la videoruptura. Al menos no ha desaparecido y le ha hecho un ghosting de ésos. Mira, eso también es de agradecer, Marifé.

Antes de colgar la llamada le digo a Marifé 'Amiga, quédate tranquila: esto también pasará. Al Richard lo que le pasa es que, probablemente, se ha agobiado. Le ha podido la claustrofobia. Ya hablaréis tranquilamente' Marifé asiente con un 'claro cari!' y me lanza un sonoro beso de buenas noches. Me meto en la cama y me quedo dormida ipso facto. Sueño con que voy andando por la calle y, desde un escaparate, un maniquí me guiña el ojo. Claro, me despierto pensando que he ligado. Hubiera sido de experimento sociológico, compartir una historia de amor en tiempos confinados, con un muñeco inanimado. De traca. Algo parecido le pasa en este vídeo a Richard Hawley,  que pone la banda sonora de hoy 'Serious'. Espero que les guste.
Seguiremos informando. Cuídense mucho, por favor.

viernes, 27 de marzo de 2020

Las cosas que nunca te dije

*Décimo tercer día de confinamiento: si no lo digo reviento, ¡¡¡VIERNEEEEEES!!!

Hoy me he levantado melancólica. Así, de primeras. Como en una canción de Luis Miguel… no se tuuuu, pero yooooo no dejo de pensaaaaar. Me veo ‘insuflada con un soplo de sierta nostalgia felís’ (híjoles, léase con asento mejicano, para darle un toque telenovelero a la narrasión) Total, me encuentro yo con el ánimo de esos días que dices: estoy ‘encendíapagá’. Pero que no cunda el pánico, todavía me soporto. Venga pa’rriba, ¡¡vierneeeeeees!!

Salgo a mi despacho y me tomo el café. Hace pelete, es temprano. Me pongo el abrigo, por si las moscas. Tengo que estar pendiente, no puedo soplarme la clase. Además he visto que toca samba. Esto va a estar entretenido. Bueno, siguiendo la corriente iniciada ayer por SM, me planto las zapatillas con el pijama. Ella me lo explicó bien claro, ‘después echas a lavar el pijama, y aquí paz y luego ponemos la lavadora’. Asiento admirada, pero todo dentro de la más absoluta comodidad de este casual look: fitness at home, como si quieres hacerlo en camisón.

La clase empieza con ritmo, al principio suave, para calentar. Madre llega tarde y le meto prisa desde el salón, ‘mamaaaaaaa hay sambaaaaa’ y la escucho nerviosa en su habitación ‘ayyy, samba, sambaaaaaaa’. Es un hecho, nuestro cuerpo pide samba. Todo empieza muy bien, hasta que Césc empieza a meternos caña con unos ejercicios más durillos. Mi madre se rebela, ‘¡¡¡pero bueno, muchacho, cómo vas tan rápido, así no se puede, no me da tiempo a hacerlo, Chés!!!’. Después de rebautizar al profesor, prosigue el drama.

Indignada, madre intenta seguir el ritmo, conteniendo abdominales y haciendo sentadillas. En ese momento de sufrimiento máximo, Césc dice entre sonrisas algo parecido a ‘venga, que mañana vais a acordaros de mi, veréis qué agujetas’. Madre explota. Hasta aquí podíamos llegar. Se gira hacia la tele con ademán de suficiencia, diciendo ‘mira Chés, que te den’ y da por finalizada la clase. Yo también abandono, estaría bueno hombre.

De vuelta a la casa, limpio mi habitación, hago la cama y elaboro el orden del día. Quiero hablar de muchas cosas, retomar ciertos temas como el amor en tiempos de confinamiento, que hay muchas peticiones al respecto. Después voy a preparar un bacalao al pil pil. Se me acumulan los asuntos. Oh. Llaman  a la puerta del cuarto. Con la cara que me trae madre, esto suena a bronca in da house. Así es. 'Tenemos que hablar, hija'. Pausa dramática. 'Así no podemos seguir'. 

La miro expectante, con un hilo de esperanza, pero no. Ella coge carrerilla 'Te pasas todoeldía con la libreta o enelordenador'. Ya empezamos, qué mal lleva mi madre mi nueva vida de escritora de éxito, qué poco solidaria. Continúa 'no haces nielhuevo, no me ayudas en la casa. Todo el día pendiente del móvil. No, Elena, así no'. Ay. Creo que me está aumentando hasta el nivel de triglicéridos en la sangre del disgusto. 

SM no se da por vencida y pasamos al escaparate final: 'mira hija, tienes que hacer otras cosas' Pero si hago la comida mamá. Nada, ella a lo suyo: 'hacer otras cosas como ordenar tu armario, ordenar las estanterías, ordenar las cajas, ordenar los cajones. Adquirirás experiencia' En ordenar, entiendo, tócate los huevos. 'Vivirás cosas (¿desasosiego?) coges, te vas a la cocina y dices, pero qué bonito ese pimiento'. Aquella conversación surrealista a la par que esclarecedora, me estaba dejando K.O., maricón. Parece que se estaba terminando. 'Lo que te quiero decir es que por las tardes escribir y por las mañanas dinámica. Y déjate de hablar tanto de mi en el blog. Cuenta tu propia vida'. Touché. Ahí ya me he tenido que callar como una mona. Así que recojo la reflexión y me pongo a hacer un bacalao al pil pil.

Para las que no sepáis cómo se hace, es una cosa facilísima. Os lo cuento. Necesitamos unos cuantos dientes de ajo, pimienta cayena, aceite, lomos de bacalao y una pizca de sal. Ponemos el aceite a calentar y pelamos los ajos en láminas. Cuando el aceite esté caliente, echamos los ajos y la cayena. Una vez que estén doraditos, los retiramos y reservamos. Ahora, secamos bien los lomos de bacalao y los hacemos primero con la piel boca abajo, en la sartén con el aceite, durante dos o tres minutos. Les damos la vuelta y notaréis como el aceite se impregna con una especie de gelatina que suelta la piel del bacalao. Una vez hechos los lomos, los sacamos y reservamos. Dejamos enfriar el aceite unos minutos. 

Más tarde, con un colador daremos vueltas enérgicas para mezcar la salsa de la gelatina y el aceite. Se va poniendo blanquecina hasta adquirir una textura cremosa. Podéis colar esa salsa, el pil pil, con un colador, por si queréis por evitar grumos. Se sirve el bacalao con la salsa por encima y los ajitos y la cayena de decoración. Chin pum. Se tarda 20 minutos en total y es receta para principiantes, así que no os quejéis.

Me quedan cosas pendientes por contar, lo sé. Pendientes quedan, como cantan el Jose y Blanca Almendrita en las cosas que nunca que dije...
Seguiremos informando, cuídense muy mucho.

jueves, 26 de marzo de 2020

Contigo no, bicho

(Un fugaz vistazo al amor en tiempos de cuarentena cibernética)

*Décimo segundo día de confinamiento: dense un homenaje,  lancen un deseo al viento. Y que le den por culo a tó.

Hoy puede ser un gran día. No lo digo yo, ni me he tragado a Fresita. Ay, qué flash me ha venido. Lo dice Serrat que es un hombre sabio. Por mi parte, me he quedado dormida hasta las nueve: toma ya mi papo ahí. Mierda, ya ha empezado la clase de gimnasia. Otro día que hago monta. Me va a poner falta grave Césc, con la tontería. A madre también se le han pegado las sábanas. Es jueves, pero me parece Sábado. En realidad, es JUERNES y vuestros cuerpos lo saben, diablillas.

Salgo a la terraza con dificultad, abrazando el café y los bártulos: la libreta, un libro, el lápiz, el tabaco, el mechero y un pañuelo para el cuello. Quién da más. Mira, mañana me saco la mochila con el Kit de supervivencia, a lo Dora Exploradora. Por lo que pueda pasar. Aquí fuera, un solazo espléndido me da los buenos días. Ole Ole Ole. Me vengo arriba. El saludo al sol de hoy viene patrocinado por un zapateao free style que me llega así de esta manera, espontáneo. Cómo es de maravillosa la fotosíntesis. Gracias, Sol.

Sorbito. Consulto el móvil. Mis amiguis qué lindas son. Me alegran la mañana, comparten esta Terapia, me animan mogollón. Incluso alguna ya se atreve a proponer temas musicales para el blog. Otra, que hable de las relaciones amorosas en tiempos de confinamiento. Es chico el marrón. Coño, si al final me vais a poner deberes. Pero yo tengo que dejarme querer humildemente, porque me debo a mi público y acepto encantada cualquier sugerencia que tengáis. Para eso estamos. Así que pedid por esas boquitas, hermosas.

Dentro de la casa revolotean unas moscas atontadas, pero continúa el trasiego matutino. Madre cuerpo a tierra, haciendo abdominales y una tabla de ejercicios que se ha puesto ella misma. La veo venir. Va de alumna aventajada, la típica listilla. Eso sí, que no le falten los puños arriba a mi madre 'mamaaa, ¿qué haces? Y ella guerrera, con todo su esfuerzo '¡¡cazar moscas, y así hago tríceps y cuádriceps y de tó!!' Luego, me doy cuenta de que está haciendo ejercicio en pijama con las zapatillas de deporte, cosa que tiene su explicación, pero no me entero muy bien.

Voy a mi cuarto. Enciendo el ordenador. Me arremango, la que me espera es buena. Total, vamos al lío que si no se me hace bola. Amar en cuarentena, relacionarse sin tocarse, contacto sin tacto, qué temazo. Tanto que lo vamos a dejar para otro día. Menuda huída. Ya, qué bajón, pero ¿se me ha olvidado decir que hoy también preparo la comida? Mariquita el último…

Mientras, podemos imaginar. Estamos en 2502. Soy yo la que pone las canciones que me hablan de huída... como canta Second. Disfrutenla!


Seguiremos informando, cuídense mucho.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Un perro como tú

*Décimo primer día de confinamiento: aquí seguimos, con cuidadito y mucho tiento.

Hoy me he levantado entre soviética y modorra. Un cóctel de hormonas extraño de cojones, créanme. ‘Emboliscaílla’, revenía: premenstrual. Lo siento, no puede ser una todos los días la alegría de la huerta. El rayo de luz que ilumina nuestra comunidad confinada de vecinos, la brisa que acaricia suavemente sus destinos. Sí ya, lo dejo ahí en tó lo alto, que me vengo arriba y todavía me creo la Danielle Steel. Venga. Levanto la persiana de un golpe seco y certero. Vaya, poco sol veo ahí fuera, a ver qué nos depara el día.  

Es miércoles y mi cuerpo me pide absentismo doméstico. Creo que voy a saltarme las normas de la casa, a ver si así me gano la expulsión a la azotea de una vez por todas. Que no, es coña, no se puede: zona común. Bueno, pues hoy no hago la cama, que le den. Ya puesta, me voy a saltar la clase de gimnasia y voy a pegarme una ducha de las que hacen afición. Me envalentono y frunzo el ceño en un amago de canalizar esta fuerza que me atrapa. Respiro profundo. Inspiro. Repito la operación y me jaleo, mientras hago un ejercicio de motivación interior algo sobre actuado. Lo reconozco, estos tiempos revueltos resaltan, aún más, el dramatismo de las que ya de por sí somos dramáticas.

Salgo a la terraza, con el café y los aperos. El sol no está, ni se le espera. Date por saludado, Lorenzo. Hago un levantamiento de mano al horizonte, con talante alegre pero un pelín desganá y le doy un sorbito al café. Glup. Parece ser que alguien se da por aludido. Veo una mano revoloteando en un balcón. Arrugo de nuevo la vista y ahí está. La mano saluda desde la distancia. Pertenece a un cuerpo, no consigo enfocarlo demasiado bien, pero le devuelvo el saludo educadamente en la lejanía. Y así, a lo tonto, como dos tontos debo decir, nos sumimos en un bucle reconfortante de manotazos al aire, que dura por lo menos medio minuto. Y nada, me despido de mi nuevo amigo. Don Pepito. No sin antes pensar, qué bonito es conocerse en la lontananza, más allá de los balcones. Cómo están las cabecitas, pero se me está arreglando el día.

Entro en casa y en el salón hay un ambientazo fitness que te cagas. Mi madre a tope, haciendo el esfuerzo de seguir a Césc, al tiempo que golpea al aire decidida ‘¡hoy tocan puños, gorda!’ Cómo le gusta a mi madre repartir galletas, gensanta. La dejo con el entrenamiento y voy a la habitación. Allí el espectáculo es desolador. Cajas en el suelo. La cama sin hacer, la ropa por el medio. Libros encima de la mesa. Apuntes. Más ropa en la silla. El dormitorio de una absentista doméstica de manual, pienso, no sin cierto orgullo. Después de la ducha me visto y me rindo, tengo que ordenar mi cuarto. Lo asumo cabizbaja. Me pongo a ello.

En días como éstos hago lo que puede hacerse en estos días. Hoy preparo unos guisantes congelados con jamón y huevo escalfado. Me quedan buenísimos, pero con mu mala presencia los pobres, se ven horrorosos. Después de comer, escribo un rato. También leo un relato precioso que escribió una amiga. Me doy cuenta de lo que me gustan las palabras y las historias, y agradezco, pese a las circunstancias, el poder estar haciendo esto que hago ahora.

En estos días extraños echo de menos muchas cosas, a muchas personas, pero escucho la banda sonora de hoy, de Poncho K  y parece que se me pasa. Porque a veces, yo también quiero ser un poco perro. 

Seguiremos informando. Cuídense mucho, queridas.

martes, 24 de marzo de 2020

Hola, ¿estás sola?

*Décimo día de confinamiento: ya lo sabes, pero quédate dentro.

Pues sola, ¿cómo si no me iba a levantar? Bueno, hoy dí un respingo a eso de las 8. He de reconocerlo, la perspectiva de hacer gimnasia en el salón con mi madre y el maromo de la 2, me intrigaba poderosamente. De ahí la inquietud.

Iniciamos el desayuno. Me tomo el café en la terraza, ojeo el móvil, cigarrito, unas notas en la libreta y me visto. Hoy no me da tiempo a saludar al sol. Le hago un levantamiento rápido de cejas, así por encima, porque hace una rasca y un aire curiosos.

Me surge la duda, ¿deportivas o zapatillas de estar por casa? Total, por lo que pude intuir de la clase de ayer tampoco es que se eslomen. ¿Me tendría que poner sujetador? Quita, déjalo. Veremos a ver cómo sale el invento. Mi madre pizpireta me da la esterilla y un pañuelo ‘toma gorda, esto para la clase, venga vamos, que empieza ya’

Desde el suelo la tele se ve regular. Ella toma la posición perfecta para poder seguir al muchacho, no sin antes marcar su territorio ‘échate pa´lla, no me quites la visión, hijaaa’ Pero yo me coloco enfrente del muchacho, con medio sofá de por medio, como cuando veía de quinceañera las pelis de Chris O'Donell. 

El aguerrido maromo de la 2 se llama Césc, asento catalán. Yo me acomodo como puedo en la esterilla, pero la verdad es que se ve un mojón. Empezamos. Estiramientos, abdominales, vamos a buen ritmo. Seguimos otro ratito. Estiramientos finales y chim pon.

Después de la clase, recreo en la terraza. Sorpresa, señora madre ha usurpado mi sitio. Como sapo panza arriba recibe los rayos de sol en mi lugar. Ni qué decir tiene que ha hecho caso omiso a mis ruegos de 'levanta el culo mami, que ese es mi sitio' Nada, ella repanchingá con las gafas de sol '¿y eso quién lo dice? Así que, sin olvidar que Césc le enseñó ayer a dar puños como panes a mi madre, he preferido pasar palabra. Total, yo que huyo del conflicto, he huído a la cocina.

*Actualizamos, porque han pasado cosas, y también por petición popular. Sí, habéis leído bien. Nos lo han sugerido dos personas y mi madre, ojito. Parece ser que las lectoras quieren saber qué hacemos por las tardes, a qué dedicamos las horas que preceden al crepúsculo. Muy bonito todo pero, en otras palabras, queréis cotillear, que os conozco. Pues bien, os daré de lo vuestro.

Después de comer, descanso un rato viendo la tele. A pesar de haber dormido esta noche de un tirón, cierro los ojos y entro en una especie de duermevela. Suenan a lo lejos los ruidos de los vecinos de arriba, una pareja de nonagenarios que tiene muy a gala mover sus muebles justo a la hora del tiempo de Brasero. Ah, y aplaudir a las 10 de la noche porque ellos lo valen y, pobres, andan un poco justos de oído.

Me levanto del sillón. Venga, me echo un cafetito y a la terraza. Me llevo la libreta y un libro, uno que me encantó cuando lo leí por primera vez, ‘La elegancia del erizo’ de Muriel Barbery. Me dura muy poco el momento intelectual. Está visto que hoy no me dejan tranquila en mi despacho. Una paloma del tamaño de un mapache se posa en la barandilla. La barandilla se balancea. La paloma se balancea. Yo la miro desafiante con un gesto ridículo. Ella pasa de mi y mira para otro lado. Tras un breve encuentro se pira, no sin cierta dificultad debido a su ligero sobrepeso. Pero, al despedirse, me cago en su madre palomitera: con el revoloteo de alas acabo de verterme el café en la sudadera.

Bueno, me recompongo. Ya pondremos una lavadora. Cojo la libreta y el lápiz. Escribo un ratito. Más tarde voy a ver un tutorial de pilates para lisiados, mis cervicales no están para muchos trotes. También voy a intentar ver una obra de teatro y tengo que darme una ducha antes de los aplausos. Sí, hoy he decidido ponerme guapa, adecentarme, quitarme las gafas y el chándal. Nunca se sabe cuándo puede surgir una videollamada.

Ahora sí, seguiremos informando. Cuídense mucho, por favor.

*La banda sonora de hoy la pone Olé Olé, SOLA (pinchen en el enlace)


lunes, 23 de marzo de 2020

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

*Noveno día de confinamiento: malos tiempos para los besos.

Hoy me he levantado dando un salto mortal, que no! Pero podría haber sido. Nada, hoy me levanté un poco más tarde. A las 8 sonaba la alarma del CASIO dorado, regalo de Herma, que a estas alturas ya se ha convertido en una especie de joya vintage Pi Pi Pi Pi Pi Apagar.

Me dejé dormir hasta las 9 menos algo. Lo típico… un ratito más. Pensé, ¿qúe día es? ¿Domingo? ¿Lunes? Es extraña esa sensación de estar viviendo un invierno inacabado, aunque le hayamos dado la bienvenida a la primavera hace pocos días. Días que nos han pillado en casa, en los que empezamos a darnos cuenta de la importancia de cada gesto.

Continúo. SM (Señora Madre) me abre la puerta de la habitación al grito pelao de ‘Gooorda vamooo, la gimnasia de la doooooooo’ Glup. Aún no he conseguido enfocar ni la pantalla del móvil, como para ponerme a hacer ejercicios en el salón con el apuesto maromo de la 2 y mi señora madre. Pero ella no desfallece y se pasa su media horita haciendo ejercicios aeróbicos y dando puños al aire en actitud pandillera. Otro descubrimiento más para esta cuarentena, mi madre es Chuck Norris.

Me tomó el café frío, como me gusta, en la terraza. Hace un día precioso, el sol me da en la cara y cierro los ojos. Por un momento parece que todo esto es un sueño, como en los Serrano. Ojalá.

Por mi parte, aprovecho este silencio relativo para iniciarme en una ceremonia pseudo atlética  - de invención propia, a saber: me estiro, me relajo, me encojo, hago un remolino conmigo misma. Me mareo un poco. En fín, una absurda mezcla de saludo al sol con el baile de ‘Soy una taza’. Inútil, puede ser, pero que me ha salido a mi de las entrañas más energéticas. Que es lunes, por favor. Le doy una calada más al cigarro y lo apago. Venga pa' dentro, mapachita.

De vuelta al interior de la casa, hago la cama, me ducho. ¿Qué me pongo? ¿Las mallas negras, las grises? ¿La camiseta de ayer? El sujetador ni me lo planteo. Mira, hay cosas que no y dejemos las cosas como están, que están estupendas.

Al final me planto una camiseta azul eléctrica de la SuperWoman, porque yo lo valgo. Fue un regalo de mis amigas y me inyecta una dosis de buen rollo por los recuerdos. Con ella puesta, hoy nada puede salir mal, me digo. Nada que pueda hacerse dentro de una casa, con una madre y un vecindario pelín envejecido. Y todos en cuarentena. En casa, como debe ser.

Seguiremos informando, cuídense mucho. 

* La banda sonora del post la pone Burning (Pinchen)