lunes, 20 de octubre de 2008

Un pasito p'alante, un pasito p'atrás

Muy bien. Vamos allá. Hablaremos hoy de carencias propias, preocupaciones globales, y cagadas totales con personas ajenas. Un poco de todo, para que después no se me quejen, y no digan que aquí no hay espacio para todo tipo de contenidos.

Como saben por breves apuntes anteriores, si no lo aclaramos, en esta nueva temporada estamos en paro. Situación en la que podría encontrarse más de uno. En ese estado en el que la cola del INEM se nos aparece como esa maldita pared -a derribar, extraño muro donde lamentar la inactividad. Y, situación esta, tan difícil como extraña en si misma.

Nos encontramos, pues, desocupados y torpones; desperdiciando un tiempo que no sabemos llenar. Y podría llegar la zozobra y la desidia, pero nosotros debemos ser más rápidos y astutos. Están a tiempo. Es el momento de buscar un trabajo a nuestra medida, a poder ser una actividad más o menos remunerada. Inviertan su tiempo, y quizás con suerte acaben siendo contratados. No esperamos menos de ustedes.

Esto, lo que leerán a continuación, es lo que no deberían hacer. Aprendan y después sacaremos conclusiones de esta historia.

Imaginen. Buscan trabajo en distintos portales dedicados a esta labor. Han puesto al día su curriculum y al hacerlo han caído en la cuenta de que tampoco está tan mal. No tendrían que tardar en ponerse en contacto con ustedes. Pero esto no ocurre, al contrario. Pasan los días y ninguna de las empresas con las que se pone en contacto para concertar entrevistas, se pone a su vez en contacto con su persona para interesarse por ella. Se dicen ¿pero, por qué, por qué a mí?

Después de la pregunta inicial que asola su cabeza, y a la que sigue la típica: ¿seré yo -tan inútil?, vendrá la fase positiva del día. Todo puede cambiar. En este momento, una llamada de teléfono podría interrumpir la repetición mental de la cita positiva, y podría producirse el anhelado milagro: una amiga de un amigo del primo de la novia de su cuñada, podría tener un trabajo para usted. Le facilita una dirección de correo electrónico a la que adjuntar su vida laboral. Se decide a hacerlo. Pero, no caigan en estos errores.

El correo electrónico que deberían mandar será correcto, un tanto aséptico, y siempre educado. Por favor, nada como:
Hola Fulanito, soy la amiga de la prima de la novia de tu cuñada. Me ha dicho Fulanita que podrías conocer a alguien que me contratara. Te doy las gracias de antemano, aunque sé que 'la cosa está un pelín jodida'.
Miren, no. Esta salida de tono, no deberíamos permitirla. Hombrepordios. Un compadreo que no nos lleva a ninguna parte. Ya conocemos algún caso real que, siguiendo otros consejos, se dejó llevar por una camaradería impropia y les salió el asunto laboral rana. Así fue:

Se envió el correo electrónico con este singular despropósito mencionado, y la contestación no tardó en aparecer, y para más recochineo fue la siguiente:
Buenos días, usted es sobre la direccción de Fulanito de Tal en Francia..

Vamos que, además de metedura de pata, es metedura de pata a nivel internacional. Traspasamos fronteras, y hemos entrado con la tontería en la Unión Europea. Qué les parece. No me dirán que no tiene su gracia. Pues, háganse cargo de la cara que se me ha quedado cuando he leído el mail de contestación por parte de este señor francés tan cumplido. Pensaremos que al menos la cagada no ha llegado al primitivo destinatario, y obviaremos la confesión accidental de que el suceso nos ha tocado tan de cerca.
Seguiremos cagándola, quiero decir, informando...

jueves, 16 de octubre de 2008

Va por ustedes

Miren.
No todos los días tiene una la suerte de salir a dar un paseo, y acabar en otro país. Tampoco todos los días tiene uno la suerte de encontrarse por una temporada en el nido, el Hogar -con mayúscula- y poder disfrutar de esta singular experiencia.

No todos los días puede uno andar como si no existiera un horizonte, hasta que los pies piden a gritos un descanso. Asi que, esta mañana me he dado un particular homenaje en forma de largo paseo. No me dirán que los caprichos de esta terapeuta no son terrenales. Ya ven. Tan complicados somos para unas cosas y tan sencillos para muchas otras.

Este humilde capricho que me he dado, ha sido tan largo que, cuando he caido en la cuenta casi estaba aproximándome a Portugal. Flipen. Porque estoy en Badajoz, y aquí las distancias no son como en Madrid. Por supuesto que tampoco la polución es la misma, ni los rayos del sol calientan de la misma manera. Esto es que estamos en territorio fronterizo, y se nos nota.

He salido decidida, vestida con esta indumentaria deportiva que nos hace parecer atletas de segunda, pero sin pretensiones ni grandes objetivos. He disfrutado de la vista mañanera del Puente Real sobre el río Guadiana. Y de los ojos recién levantados del resto de puentes que atraviesan al río en su paso por esta ciudad. Será por puentes: cuatro, tenemos. Y aquí es donde me pongo sentimental y les explico: el puente de la Universidad, puente viejo, el de la carretera de Cáceres, y, el último, este último.

Andando andando, con los cascos y la indumentaria apropiada, casi he llegado a la frontera. Allí, una pareja un poco con pinta de atracadores me ha preguntado si sabía dónde estaba el Banco Santander. Digo, todo recto, como diciendo, allá que van. Pero no estaba segura de la indicación, ni claro, de que estas personas fueran a ser atracadores, que ya habría sido mala suerte.

Y he llegado cansada, pero contenta. Con esa felicidad que da el deporte sin riesgos, que andar es sanísimo, y bajo mi punto de vista -esto es una idea profunda que tengo desde niña- correr es de cobardes. Pero, olé a todos los que pueden hacerlo másde quince minutos sin echar el higadillo por la boca. Para ellos, y, por supuesto, para el Puente Real y para Badajó, va mi entrada de hoy.

martes, 14 de octubre de 2008

Tal cual

Pinchen, disfruten, y ahora seguimos. Si quieren, aquí hasta podrían entender de qué va.

Bien. Esta es nuestra particular manera de afrontar la crisis, digo, recesión económica: lo que vendría conociéndose como el petamiento global de nuestros ahorros. Aunque mientras, miramos como los bancos tampoco quieren ayudarse; porque el dinero, aunque esté en distintas manos, cuando falta nos duele igual a todos. Vaya tema.

No quiero ponerme pesimista ni ceniza, que para eso ya pueden ustedes informarse o acojonarse por las noticias; en las sucesivas ediciones de los telediarios, o en las tertulias politico-económicas de las radios españolas al anocher. Porque el tema está que quema.

Pero, la vida sigue, más jodidos, un poco más pobres, pero sigue. Servidora sigue curándose de lo suyo, y podríamos decir que evolucionamos favorablemente. Peor, mucho peor están los mercados. De eso no hay duda.

En otro orden de cosas -que es una expresión abominable, pero qué vamos a hacer, no todo van a ser buenas palabras- la resaca de los parquets se confunde con la del fin de semana. Será que hay temporadas en las que todos perdemos: dinero, amor propio, neuronas. O todo eso si sales una noche y tenemos la desgracia de que nos den garrafón. Claro, la economía de subsistencia también está, más que nunca, en los bares.

Porque, ¿cuál se les antoja el sitio al que con más asiduidad van ahora los ciudadanos, seguido de cerca por las sucursales bancarias? Pues, a los bares. Eso es así. Aquí, e intuimos que también, si pudieran, en la China Popular. Será que las penas con resaca son menos penas, aunque tengamos más dolores de cabeza. Ain, que ya empieza el desvarío.
Contra la crisis, qué podría decirles: ¿paciencia? Contra el garrafón, el consejo lo tengo hasta menos claro, si cabe: ¿paciencia? y, eso si: Gelocatil.

Seguiremos informando, y gracias a todos por visitar este espacio.

martes, 7 de octubre de 2008

No sé lo que me pasa últimamente...

No dejo de espiar a mi vecino de enfrente...
Tengo un vecino que es una monada, pero guapo guapo guapo, requeteguapo. Digo. Y me persigue una bronquitis de tres pares de narices: y mocos toses mocos toses mocos. Ahora entenderán la consecuencia de una cosa por la otra y viceversa.
Todo a su tiempo, queridos.
Este chico, que parece tan majo, educado y limpio, así en un simple vistazo de estos ojos inquietos, es objetivo de miradas furtivas, reojos y reojillos desde mi cocina, el salón y aledaños. Ensoñaciones de una post adolescente. Lo sé. Qué le vamos a hacer. Reconozco mi parte de culpa, pero, el estado de parón laboral es malísimo por lo que tiene de inactividad neuronal, y el aburrimiento derivado, no hace falta que les diga que resulta muchísimo peor. Que se lo cuenten a mis bronquios. A las pruebas me remito.
Hagamos el recorrido por los hechos. Al llegar de las vacaciones, allá por septiembre, bronceada y feliz, todavía con el subidón que el descanso estival le da al cuerpo y a la mente, inicié la ardua tarea de conquista de esta persona, cohabitante del edificio de enfrente, que sólo puede percibir de servidora una silueta en la distancia. Y, teniendo en cuenta que son unos 200 metros, de ventana a ventana, los que separan nuestras vidas, la labor era complicada. Pero, los cortejos facilones no nos gustan; quizás sea porque creamos que en el mayor esfuerzo, hallaremos la máxima satisfacción por lo alcanzado.
Bueno, en realidad esto me lo digo yo, ustedes no tienen por qué ser, ni por asomo, tan pueriles como la que escribe. Desde luego, partimos de la base que su inteligencia supera con creces la de esta terapeuta perdida. Sigamos.
Entre las tácticas que ingenié para cautivar el corazón del guerrero, digo, del vecino, estaba una muy simple, tan básica, que normalmente es efectiva en la vida real; esto es, cuando a dos personas le separa una distancia relativa, y cuando escribo relativa no me refiero a 200 metros, vamos. Pues, al tiempo que deshice la maleta con la ropa de las vacaciones, cada día me ponía un modelito de verano (ropa que ya saben que no tapa, sino que insinua, y que, mucho menos abriga)
Imaginen, para ordenar la casa, hacer las tareas domésticas, hacer la comida... me colocaba de esta guisa y abría las ventanas de par en par, con la música a todo volumen para animar a mi espíritu, sin ser consciente de las maldades de las corrientes y de los rigores del incipiente otoño. Resultado: bronquitis, porque no se puede estar en tirantas y vestiditos a finales de septiembre, o incluso en octubre: resulta antinatural, insano, y va contra todo sentido común, algo que debo admitir que no me tocó en el reparto de virtudes...
Y aquí me tienen, tosiendo, bramando, esputando mucosidades. Todo ello por intentar alcanzar el objetivo indiscreto de mis ojos, que, dándose cuenta de mis continuas insinuaciones, al final terminó por mirarme un día.
Lo malo fue que al día siguiente, su señora novia, que caí en la cuenta de que regresa por temporadas al nido de amor, una rubia de cuidado, me pilló curioseando a su chico a través de mis cortinas, y con una intensa bajada de persianas, terminó con el cortejo. Chás.
¿Lo bueno? Que me estoy recuperando de la bronquitis, y que siempre me quedarán los vistazos de reojo cuando cocino por las tardes, y entonces él llega cansado del trabajo, y yo asiento con la cabeza mirando hacia su ventana, como diciendo, 'la cena está lista... tú te la pierdes'
Fin.