jueves, 7 de agosto de 2008

Un espacio propio

Todos necesitamos a veces un sitio, pero sólo nuestro. Un lugar que nos pertenezca en exclusiva, aunque sea por un pequeño lapso de tiempo. En el que tengamos todo el tiempo del mundo, que es el más caro y desconocido, para utilizarlo cuando lo precisemos. Como si ese fuera el único rincón del planeta en el que pudiéramos ser nosotros mismos, donde desconectarnos del todo y de todos. Y hacia el que desearíamos escapar a veces, o incluso donde escondernos siempre. En el que hacernos invisibles, justo en el momento que los demás encuentran para poder buscarnos. Y no querer que lo hagan. Y escapar, sólo escapar.

Ahora respira. Estás aquí. Siente el aire entrando por los pulmones. Inhala la tranquilidad que te brinda la nada, y quédate suspendido en el vacío inerme. Nadie escucha, no prestan atención a tus pasos, esos que te devuelven al lugar donde empieza todo, en el que al final no acaba pasando nada. El murmullo del viento es el que te recuerda que no estás tan solo, te dice que te quedes esperando sin prisa. Que sólo necesitas dar con el instante que te devuelva la calma, que te haga recrearte en lo que perdiste, y en lo que acabas de encontrar por casualidad. Hasta que caigas en la cuenta de que era lo que llevabas tanto tiempo buscando a ciegas.

Regresas lentamente a una estancia refrescante y diáfana. A la que se entra por un desvío con claridad frondosa, y en el que te encuentras agua, y hierba recién cortada acariciando tus pies. Un paraje en el que volver a respirar, llenado de nuevo los pulmones.

Muchas veces, se trata de una esquina oscura, en la que acabar cuando algunas lágrimas nos obligan a salir corriendo. Otras, se convierte en el espacio que nos insufla aquel oxígeno renovado, el que se respira en un refugio improvisado pero crucial. El que tendremos para acurrucarnos, y que nos servirá después, para estirar los brazos, cuando pase este extraño vendaval. Ya que,
No siempre damos con él.

Y aunque podríamos continuar siempre en su búsqueda, merece la pena el camino que recorreremos.

Porque ese espacio propio llegará cuando más lo necesitemos.

A pesar de que, escapar hacia él respirando aire que no nos pertenece, no será la posible solución en el mapa del tesoro.

Puesto que, en la vida no siempre tendremos el comodín de la llamada,

y quizás nunca nos atreveremos a utilizarlo.

Pero, es mejor no quedarse con las ganas.
Antes que esperar esa llamada perdida.