martes, 29 de enero de 2008

Regreso

Me encantaría ser constante en algo. Hacerme el firme e intransferible propósito de escribir cualquier cosa a diario (esta terapia sin casos prácticos no tiene mucho sentido)

Me preguntaría la razón del interés que pudiera surgir (tanto el esgrimido por la narradora, como por los incautos que cayeran en las garras de este espacio) en que comente ésta y no otra idiotez. El criterio es como el cepillo de dientes, todos deberíamos tener al menos uno.

Me inquieta qué pasaría si diera rienda suelta a mis elucubraciones más increíbles o inaceptables, si con algo de esfuerzo pusiera la imaginación al servicio del deleite común. Y sólo con pensarlo me entra una pereza inaudita.

Me respondo que también me encantaría ser menos vaga y que la constancia es la madre de la prestancia, pero no me consuela. Diría que estoy volviendo al redil y que me gustaría no haberme ido por tanto tiempo.

Mentiría si dijera que no he echado de menos los resoplos y las risas. Nunca es tarde si el propósito es bueno, y nada de malo hay en los segundos intentos, o en las terceras oportunidades.

En próximos episodios:

-Descripción de los síntomas de la inactividad neuronal provocada por una jornada completa.
-Cómo dejar un trabajo en lecciones fáciles para gente ocupada.
-Consecuencias de las anteriores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Q necesitas un empujoncito para seguir escribiendo..?Pues aqui tienes el mas grande del mundo desde el fondo de mi coración.Ánimo!

Mr Tambourine Man dijo...

Si me lo permites, mi único consejo es que no te atormentes por ello. Escribe si te apetece, y si no disfrutas, no lo hagas. Un diario es una buena solución intermedia. No tienes por qué contar cosas que no te apetezcan por ser íntimas, pero puedes recoger en él pensamientos o reflexiones sobre la vida cotidiana, sobre lo que has visto en la calle, o un libro que has leído. El diario permite que las entradas sean breves. En fin, no es más que un consejo. Ahora me voy a tu otro post.

Un beso.
Jur.