martes, 13 de mayo de 2008

El escritor de deseos

Cuando era un niño, solía encontrarse casi siempre en las nubes. Desde muy pequeño, le encantaba quedarse mirando a las musarañas y contarles cuentos a las musas para que nunca lo abandonaran. Los adultos se empeñaban en saber qué era lo que pasaba por su cabecita, no se fiaban de alguien tan menudo y poco hablador. Hubieran querido controlar sus pensamientos, enterarse de sus aventuras imaginarias. Él no molestaba a nadie, era un niño tranquilo: tan sólo se quedaba pensativo y muy callado. Además, procuraba no hacerlo con la boca abierta, o la mirada perdida, porque sabía que su silencio era motivo de preocupación para sus padres. Pero, realmente aquello era lo que le más apetecía: abandonarse, y soñar. No fue especialmente travieso, ni particularmente gandul. Su único delito, si podía considerarse como tal, era quedarse solo, y pensar, imaginar, inventar...
Poco a poco, empezó a idear aventuras fantásticas, batallas increíbles. A veces, él era el héroe, otras el villano. En ocasiones, se encontraba salvando a la princesa de su torre, y otras se conformaba con ser el caballo del malo, lento y bobalicón. Cuando aprendió a escribir en el colegio, descubrió el gozo de unir las letras, enlazar las palabras, y darle forma a sus historias. Un día le ocurrió algo extraordinario.
Tenía siete años, y era tan pequeño que aún no sabía demasiado bien mentir. Su madrina le había regalado un bloc que llevaba siempre con él, y lo acompañaba donde fuera que fuese, como un fiel escudero. Se convirtió en su mejor amigo, su confidente y compañero inseparable. Lo llenaba de historias, en él dibujaba sus sueños y escribía sus aventuras. Una tarde, después de hacer los deberes, algo le sorprendió. Recordaba perfectamente que no había podido acabar la última historia que estaba escribiendo. Trataba de un intrépido aviador, que surcaba los cielos en busca de un tesoro suspendido entre las nubes, pero su madre lo llamó para cenar, y no pudo terminar el cuento. Al volver a su cuarto para retomar la historia, alguien había continuado el relato. Leyó muy nervioso lo que estaba escrito en su cuaderno con una letra que no era la suya..
"El aviador John Dreamer siguió surcando los cielos, y continúo incansable buscando el tesoro escondido. No paró hasta que lo halló en la cima más alta de la montaña más alta, donde tuvo que luchar contra el monstruo más grande de los conocidos hasta entonces. Después de vencer en singular batalla, consiguió su premio: era un libro, pequeño y brillante. Se llamaba 'El escritor de deseos', y ahora que lo había encontrado, él era su único dueño. La leyenda decía que aquel que lo poseyera, tendría la oportunidad de convertir un deseo en realidad: ¿cuál sería el deseo del aviador?...
¿CUÁL ES EL TUYO?"
Carlos tiró sin querer el bloc al suelo, temblaba de emoción. Entonces cerró los ojos, y deseó con todas sus fuerzas llegar a ser escritor. Publicar alguno de sus relatos: que sus palabras pudieran hacer soñar a la gente, que sus frases quedaran suspendidas en los labios de un enamorado recordando a su amada, que sirvieran para reconciliar a una pareja de amigos enemistados, y que valieran para provocar una sonrisa cuando el alma llorara.
Al abrir los ojos, recogió su cuaderno: ¡estaba en blanco! todas sus historias habían desaparecido, se habían esfumado todos sus personajes. Sólo había una frase en la última hoja: 'Cualquier sueño que merece la pena ser soñado, es un sueño por el que merece la pena luchar'
Carlos se hizo mayor. Luchó por su sueño, y lo hizo realidad.

5 comentarios:

Mr Tambourine Man dijo...

ME-EN-CAN-TA!!! Tiene ingenuidad, es tierno, hay fantasía... y llega al corazón. Voy a leerlo otra vez.

IlY (en sus siglas en inglés).
Carlos.

González dijo...

Gracias caracol!!!

Me alegra mucho que te haya gustado.. lo que no he entendido muy bien es lo de las siglas en ingles ¿?

Un beso!

Silvia dijo...

Que bueno!!!! Suerte que tuvo el niño de hacer su sueño realidad...
Bss

Mr Tambourine Man dijo...

¡Hola González! (también me gusta llamarte así). Me alegra mucho que te haya gustado el tono marinero. ¿Sabías que soy santanderino? En el relato hay muchos elementos autobiográficos, aunque la historia, lógicamente, nunca sucedió.

Un jureso fuerte.
C.

Nootka dijo...

Hola Gonzalez!!
pues que lindo, guey!!!
vamos a luchar a luchar para hacer nuestros sueños realidad