jueves, 7 de febrero de 2008

La necesidad tiene los dedos largos

Tranquilo, si vuelves, no lo dejo todo.

La necesidad es caprichosa, tanto o más que los sentimientos. Sus dedos son largos y tienen algo de sinuoso en su empeño repentino. Podemos caer en la necesidad de tener que sentir cualquier estímulo, tan sólo por reconocernos, como actores o marionetas, en esta parafernalia requerida para darnos cuenta de que estamos vivos.

Precisamos sentir para darle sentido a nuestra existencia y las emociones nos sirven para solicitar compasión, esperanza, anhelos y empatía. Esto no quiere decir que todos seamos capaces de reparar en nuestros sentimientos y que, del mismo modo que necesitamos morir de amor, necesitemos morir de miedo, o morirnos de ganas (la breve introducción sirva para admitir que cuando la necesidad aprieta, probablemente, los impulsos se disparan)

Hacía un año que no escuchaba su voz. Aquella historia había terminado del modo en que se apagan las relaciones que nunca fueron, ni tuvieron expectativas de ser. El tira y afloja de la goma acabó rompiéndose de repente en la cara y, precedió al instante en que se produjo el desconcierto ante la evidencia. Lo que hubo, significara lo que significase, terminó. Así se lo prometió y con silencio se selló una respuesta.

Hizo el propósito de no recaer, no volver a llamar nunca, borrarlo del presente y desterrarlo a lo más oscuro del pasado. No fue capaz de hacerlo por mucho tiempo. El recuerdo era tan constante que hasta podía pensar qué cosa haría en cada momento. Qué estaría cocinando, hacia dónde le llevaría su moto, a cuántas puertas llamaría esa noche. Intentó olvidarlo, pero tan solo en esencia, porque su imagen parecía demasiado nítida como para engañarse.

Pasó el tiempo, se traicionó y no pudo aguantar más, rompiendo el propósito que se había hecho un año atrás. Llamó, él respondió como siempre, aguantando los tonos hasta que se presintiera que iban a colgar. Se produjo el desastre.

Con el soniquete que antecede al fracaso, lo reconozco. No tengo orgullo. Me prometí a mí misma no hacerlo nunca más y acabo de sucumbir por partida doble. He llamado en una misma noche al Hombre Medusa (HM) y al Chino Veloz. El primero, parece que sigue igual que hace un año. Aún no entiendo por qué dejé de llamar al segundo: sigue siendo comida basura, pero también tan rápido que los pedidos los anotan en 12 segundos. Lo tengo cronometrado. Exactamente lo que dura esta conversación:

- Hola, buen..
- si, chino ¿pedido?
- sí
- ¿número?
- 6789453210
- sí, ¿la C/…., nº2?
- sí
- qué
- menú para una persona
- ¿algo má?
- nn..
- adió

P.D. La charla con HM ha durado un poco más que eso. Un poco menos de lo que ha tardado en llegar el menú y el agridulce sentimiento de una derrota consentida. Quizás no debería sentirme bien después de haberme tragado mis principios, por si acaso, he pedido el arroz sin guisantes.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Porq cd estamos jodidos es cd mejó expresamos los sentimientos?La llamada ha servido de algo, es precioso lo q has escrito...tq

Anónimo dijo...

vuelvo a ser Gemita...

Anónimo dijo...

lo q hace "el aburrimiento".... veo q es mas común de lo q pensaba, solo q tu lo describes tal y como es, yo tb tq.

Nootka dijo...

Es precioso este post, cargado de sentimientos. Lo colocaré entre mis favoritos.
Y qué decir de la medusa. Espero que mi amor sin condición te sirva, aunque sea un poquito, para que puedas tirarlo a ese mar del que nunca debió salir.

Mr Tambourine Man dijo...

Me ha gustado mucho. La protagonista muestra su confusión, y contradicciones, el verse a sí misma rendida, traicionada por la flaqueza. Pero se levanta, y al final queda un poco de fatalismo resignado.

Gracias por tu visita. Un beso.
Carlos.